Me pasma la indiferencia egoísta de
Europa y de occidente todo ante la situación griega, la de quienes
estamos mal y la de quienes están mejor.
Para bien y para mal somos sus hijos,
criados por ese padre adoptivo, el judeocristianismo. Seguimos siendo
Grecia y su ruina es la nuestra.
Las palabras pronunciadas por el
taxista con el que A. inicia su odisea en “La mirada de Ulises”
(1995) me pasaron inadvertidas en su día, pero hoy se me han
clavado:
¿Sabes una cosa? Grecia se muere.
Como pueblo, nos morimos. Se acaba el ciclo, miles de años entre
ruinas y estatuas y ahora nos morimos. Si Grecia debe morir que sea
rápido. La agonía es muy larga y muy ruidosa.
Encaramado
al malecón de la carretera da una magistral clase de metafísica:
¡Naturaleza! ¿estás sola? ¡Yo
también! Toma una galleta
y la
lanza al valle nevado.
Se
sienta en el taxi y ofrece una botella, supongo que de ouzo, a su
pasajero.
Velatorio
improvisado al que nos da miedo unirnos, porque sospechamos que la
caja del muerto encierra nuestra imagen.
2 comentarios:
Así es, Miguel Ángel, creo que lo has dicho con una rotundidad tristemente verdadera, detrás de Grecia está toda Europa empeñada.
Salud
Mundo agonizante, empeñado en salvarse sobre aquellos que condena. No vemos que ello es imposible.
Me admira continuamnete la visión del futuro de Angelopoulos.
Salud, Manuel.
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