12 de septiembre de 2021

Azarosa magia

Para Leonor, Madalena, Marta y Rita

 

Hay lugares que ejercen un magnetismo extraño, irracional y siempre imprevisto, al cual sin embargo podemos resistir sin apenas esfuerzo, siempre que estemos dispuestos a hacerlo. Ante ellos, el juego entre causalidad y casualidad está en nuestras manos, y al jugarlo vamos propiciando o estorbando la aparición de sucesos que, vividos desde dentro, pueden resultarnos mágicos. Hace unos días jugué una de estas deliciosas partidas que nos ofrece la vida, si queremos aceptarlas.

El restaurante Cerqueira resultó uno de esos ambiguos polos del azar. Lo encontramos por pura casualidad dando un paseo, pero yo inmediatamente me sentí atraído por él. Su aspecto no tiene nada de especial, es un pequeño restaurante lisboeta situado en una zona donde, por el momento, no llegan demasiados turistas y buena parte de sus comensales parecían ser de la ciudad. Todavía era pronto para cenar, así que proseguimos el paseo, pero al cabo de un rato las ganas comenzaron a dar señales en nuestros estómagos y comenzamos a fijarnos en el menú, los aromas y el público de los restaurantes que salían a nuestro paso. Varios resultaban sugerentes, pero yo propuse volver hasta el Cerqueira, sin saber por qué, y allí que nos fuimos.

La comida era buena y el ambiente relajado, sin bullicio ni atosigamiento por parte del camarero, el señor Avelino, que resultó ser también el dueño del local. Cuando ya habíamos acabado y estábamos a punto de marchar, nos obsequió con unas copas de vinho do Porto. Entonces la situación cambió por completo y la magia surgió de improviso, como siempre.

Primero una pareja que Clara había dibujado reparó en el dibujo por indicación del señor Avelino, lo cual desencadenó la narración por su parte de una insospechada historia. Luego, y mientras ello sucedía, cuatro chicas jóvenes acudieron a tomar unas cervezas, y con gran desparpajo se aproximaron a los dibujos de Clara. El diálogo surgió de manera espontánea y acabamos los seis sentados en la misma mesa hablando de la belleza, la ética, su relación, el hedonismo, el cine portugués y mucho más, animados por la cerveza, el moscatel y el Oporto, hasta que llegó la hora de cierre (y también tras ella).

Una psicóloga necesitada de filosofía, en proceso de creación de su primer libro, una cineasta amante de Pedro Costa, Miguel Gomes y Luis Buñuel, una ingeniera humanista que mira por encima de los procesos mecánicos y una psiquiatra muy ética en busca de la belleza, junto a nosotros dos, una artista y un diletante filósofo. Los seis, aprendices de hedonistas, compusimos un encuentro mágico que ¿quién sabe si está llamado a perdurar de algún modo?

Gracias a las cuatro, a la pareja escondida bajo un disfraz de rana, como en los cuentos infantiles, gracias a Avelino y a Ana María, motor oculto del restaurante desde su cocina, y gracias a los hilos benignos de los hados.

La magia existió aquella noche porque nos dejamos envolver por ella, sin oponerle resistencia. Ahora mis actos vuelven a enlazar con el encuentro y, más allá de rememorarlo, lo ofrezco como una posibilidad abierta al futuro, ese futuro que construimos nosotros mismos a golpes de azar.