29 de abril de 2013

La interpretación del asesinato


La obra de Freud sigue siendo valiosa explicación de la personalidad humana y su realización cultural en que habitamos, probablemente la mayor construida hasta el momento. Ofrece una visión integral donde encajan estructuras, mecanismos y conductas, explicados con una visión integral y coherente. Sigue conteniendo, además de gran fuerza explicativa, un interesante potencial transformador del presente.
En poco tiempo he encontrado dos sugerentes aproximaciones a este pensador y su época, la primera desde el cine, “Un método peligroso” de Cronenberg, la cual recomiendo sin reserva. Completa la clásica “Freud, pasión secreta” de John Huston y la divertidísima “Inconscientes” de Joaquín Oristrell. La segunda desde la literatura, “La interpretación del asesinato” de Jed Rubenfeld, que ahora acabo de leer.
No hay rastro de poesía en sus más de 500 páginas, ni tan siquiera una novela bien escrita, pero sí una estupenda aproximación al psicoanálisis y los tropiezos exteriores e interiores que encontró a principios del siglo XX. Partiendo del viaje de Freud, acompañado por Jung, a los Estados Unidos de América en 1909, Rubenfeld construye una fantasía criminal a caballo entre la novela histórica y la divulgación científica.
Además de Jung, el discípulo predilecto que acabará trasnformado en Judas, desfilan como personajes Abrahan Brill, Sandor Ferenczi o Ernest Jones, componiendo el cuadro de las tensiones surgidas entre sus discípulos y seguidores, aún en vida del propio Freud. Si bien, son tratados con mayor detalle los problemas y obstáculos con que el psicoanálisais se encontró en la sociedad victoriana de preguerra, tan cuidadosa de las apariencias y formalismos, como asidua a las perversiones ocultas. Son estas las que sirven de eje que permite articular el panorama social y a la vez exponer una cuestión fundamental de la obra freudiana, como es el complejo de Edipo. Y serán las teorías del maestro las que permitan resolver el misterioso asesinato, vergonzante flor de lo escondido bajo la alfombra.
Quiero destacar que la novela puede hacer gala de honradez, con un apéndice al final donde deslinda los personajes, hechos y lugares históricos, por un lado y los que son ficción, por otro. Valioso ejemplo para muchas que se presentan como “históricas”.


14 de abril de 2013

Recuerdo de esperanza


Hace unos días visité el Campo de Gurs (muy cerca de Oloron, en el sur de Francia) donde acabaron internados unos 28.000 españoles, parte de aquellas 500.000 personas que salieron precipitadamente de España los primeros meses de 1939. Exiliados por el simple delito de defender el régimen legítimo de la Segunda República Española. Y cuando digo defender no quiero decir necesariamente con las armas, la mitad de ellos eran población civil compuesta de mujeres, niños y ancianos. Su voz, sus ideas y una honradez consigo mismos eran las únicas armas que habían esgrimido. Si fue atroz su destino no lo fue menos el de quienes quedaron en la España de la victoria. Victoria del fascismo, de una sangrienta y larga dictadura, sobre las ilusiones y esperanzas representadas por la Segunda República.
Por ello es deber ciudadano recordar y contar lo sucedido, como lo es recuperar las ilusiones, hoy ausentes por otro golpe de estado, el del capital financiero y sus fieles sirvientes, para luchar pacíficamente por restaurar la dignidad humana y la justicia.
Después de 82 años, a pesar de los intentos de 38 de dictadura y de los últimos 36, La República hoy sigue significando esperanza y apuesta por el hombre, su racionalidad y su calidad de agente moral, frente a la nueva barbarie financiera.

8 de abril de 2013

Reinvéntate

 Incluso la mosca (junto al 10), heredera de Sócrates, se ha dado cuenta.
 
Si el ministerio considerase las posibilidades de la filosofía, la potenciaría como dice que va a hacer con las llamadas asignaturas “instrumentales”. Aunque no se sabe muy bien de qué, ni para qué son instrumento.
Pasaron los siglos XVIII y XIX, y estamos en el XXI pero los ministros de educación siguen sin enterarse.
Nuestra sociedad, presa de una inercia entrópica, necesita reinventarse y la crisis actual debería ser un revulsivo para replantear presente y futuro. Para este asunto la filosofía es plenamente instrumental, y hay quien se está dando cuenta, como reza el cartel.
Claro que tal vez la instrumentalidad ministerial trata precisamente de eso, de no reinventar nada.