14 de abril de 2018

... facilitar a los españoles...


La Constitución Española de 1931, la de nuestra Segunda República, sigue siendo más avanzada que la presente. Y con avanzada quiero decir preocupada por todos los ciudadanos de nuestro país, inclusiva, buscadora de la justicia, más racional y con un proyecto de futuro. Como muestra, tomo el Artículo 48:
El servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será gratuita y obligatoria.
Los maestros, profesores y catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos. La libertad de cátedra queda reconocida y garantizada.
La República legislará en el sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle condicionado más que por la aptitud y la vocación.
La enseñanza será laica, hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará en ideales de solidaridad humana.
Se reconoce a las Iglesias el derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas doctrinas en sus propios establecimientos.
Artículo que -seguiré diciéndolo una y mil veces- no fue papel mojado, sino que se llevó a la práctica. Y se hizo en un contexto de crisis económica indudablemente más grave que la presente. Los políticos de la Segunda República española entendieron que preocuparse por sus ciudadanos, que facilitar su vida y su futuro, exigía invertir dinero en educación, en vez de recortar en ella.

Entre 1931 y 1933 se crean 2.036 secciones o clases de enseñanza primaria. Pero, más importante aún, se dignificó la carrera docente creando unos estudios universitarios específicos, las Escuelas Normales, a las que nadie podía acceder sin haber cursado bachillerato. Además, en buena parte de las escuelas de primaria había una cantina y un ropero, porque los niños necesitaban comer y vestir sin harapos. Nuestro país pasó de escolarizar al 58,8% de su población en edad correspondiente a escolarizar al 65,6% en los dos años que van de 1931 a 1933, y logró aumentar la escolarización de las niñas en 14 puntos porcentuales.
En la enseñanza secundaria se pasó de 21 Institutos Elementales de Segunda Enseñanza con 177 profesores, en el año 1931, a 56 centros con 701 profesores, en 1934. Asímismo se pasó de 80 Institutos Nacionales de Segunda Enseñanza con 1.721 profesores, a 111 institutos con 2.739 profesores en el año 1934. El aumento de profesores es muy superior al de centros, lo cual quiere decir que se desmasificaron las aulas de secundaria.
Son dignos de recuerdo los ministros de Instrucción Pública, de los primeros gobiernos de Manuel Azaña: Marcelino Domingo Sanjuán y Fernando de los Ríos Urruti. Pero también el gobierno entero, que prefirió gastar en educación a pesar de la penuria económica que sufría nuestro país. Aquellos hombres fueron gobernantes, fueron políticos y fueron personas, lo cual es difícilmente predicable de quienes han ocupado y de quienes ocupan cargos equivalentes en nuestro presente. Ello es más que suficiente tanto para seguir recordando, agradeciendo y dando a conocer lo que nuestro país pudo ser, como para denunciar a quiénes lo impidieron y a sus herederos.