23 de noviembre de 2021

Machado, profesor de Filosofía

 

Estamos acostumbrados a oír hablar de Antonio Machado como poeta, que lo era y muy bueno, pero sigue habiendo algunos a quienes choca el considerarlo filósofo. Pues también lo era y nada malo. Pasa lo mismo con otros pensadores de su época, catalogados en los estantes de la literatura y, ¡para colmo!, poco leídos hoy, como Miguel de Unamuno.

Sigue habiendo demasiada necesidad de clasificaciones rígidas, de compartimentos estancos, como si hoy la adolescencia (esa época en que nuestra mente necesitaba pegar a cuanto nos rodeaba etiquetas claras y perennes, además de dividirlo todo en dos enormes grupos, el de lo blanco y el de lo negro) fuese etapa que perdura, una década tras otra, en la vida globalizada del siglo XXI.

Avanzando un poco más -aún a riesgo de dar un patinazo- os digo que Machado no solo fue interesante filósofo, sino también sorprendente profesor de filosofía. Leed, para convenceros, sus Cancioneros apócrifos de final de los años veinte. Por descontado que no era un profesor al uso, ¡afortunadamente!, como veréis en las clases de Retórica impartidas por un desdoblamiento suyo, magistralmente plasmado en Juan de Mairena, sentencias, donaires y recuerdos de un profesor apócrifo.

Como muestra, os dejo asistiendo a esta clase de Historia de la Filosofía incluida en Poesías de “Soledades”:

Pensar el mundo es como hacerlo nuevo
de la sombra o la nada, desustanciado y frío.
Bueno es pensar, decolorir el huevo
universal, sorberlo hasta el vacío.
Pensar: borrar primero y dibujar después,
y quien borrar no sabe camina en cuatro pies.
Una neblina opaca confunde toda cosa:
El monte, el mar, el pino, el pájaro, la rosa.
Pitágoras alarga a Cartesius la mano.
Es la extensión sustancia del universo humano.
Y sobre el lienzo blanco o la pizarra oscura
se pinta, en blanco o negro, la cifra o la figura.
Yo pienso. (Un hombre arroja una traíña al mar
y la saca vacía; no ha logrado pescar):
“No tiene el pensamiento traíñas sino amarras,
las cosas obedecen al peso de las garras”,
exclama, y luego dice: “Aunque las presas son,
lo mismo que las garras, pura figuración.”
Sobre la blanca arena aparece un caimán,
que muerde ahincadamente en el bronce de Kant.
Tus formas, tus principios y tus categorías,
redes que el mar escupe, enjutas y vacías.
Kratilo ha sonreído y arrugado Zenón
el ceño, adivinando a M. de Bergson.
Puedes coger cenizas del fuego heraclitano,
mas no apuñar la onda que fluye con tu mano.
Vuestras retortas, sabios, sólo destilan heces.
¡Oh machacad zurrapas en vuestros almireces!
Medir las vivas aguas del mundo…, ¡desvarío!
Entre las dos agujas de tu compás va el río.
La realidad es la vida fugaz, funambulesca,

el cigarrón voltario, el pez que nadie pesca.
Si quieres saber algo del mar, vuelve otra vez,
un poco pescador y un tanto pez.
En la barra del puerto bate la marejada
y todo el mar resuena como una carcajada.

12 de septiembre de 2021

Azarosa magia

Para Leonor, Madalena, Marta y Rita

 

Hay lugares que ejercen un magnetismo extraño, irracional y siempre imprevisto, al cual sin embargo podemos resistir sin apenas esfuerzo, siempre que estemos dispuestos a hacerlo. Ante ellos, el juego entre causalidad y casualidad está en nuestras manos, y al jugarlo vamos propiciando o estorbando la aparición de sucesos que, vividos desde dentro, pueden resultarnos mágicos. Hace unos días jugué una de estas deliciosas partidas que nos ofrece la vida, si queremos aceptarlas.

El restaurante Cerqueira resultó uno de esos ambiguos polos del azar. Lo encontramos por pura casualidad dando un paseo, pero yo inmediatamente me sentí atraído por él. Su aspecto no tiene nada de especial, es un pequeño restaurante lisboeta situado en una zona donde, por el momento, no llegan demasiados turistas y buena parte de sus comensales parecían ser de la ciudad. Todavía era pronto para cenar, así que proseguimos el paseo, pero al cabo de un rato las ganas comenzaron a dar señales en nuestros estómagos y comenzamos a fijarnos en el menú, los aromas y el público de los restaurantes que salían a nuestro paso. Varios resultaban sugerentes, pero yo propuse volver hasta el Cerqueira, sin saber por qué, y allí que nos fuimos.

La comida era buena y el ambiente relajado, sin bullicio ni atosigamiento por parte del camarero, el señor Avelino, que resultó ser también el dueño del local. Cuando ya habíamos acabado y estábamos a punto de marchar, nos obsequió con unas copas de vinho do Porto. Entonces la situación cambió por completo y la magia surgió de improviso, como siempre.

Primero una pareja que Clara había dibujado reparó en el dibujo por indicación del señor Avelino, lo cual desencadenó la narración por su parte de una insospechada historia. Luego, y mientras ello sucedía, cuatro chicas jóvenes acudieron a tomar unas cervezas, y con gran desparpajo se aproximaron a los dibujos de Clara. El diálogo surgió de manera espontánea y acabamos los seis sentados en la misma mesa hablando de la belleza, la ética, su relación, el hedonismo, el cine portugués y mucho más, animados por la cerveza, el moscatel y el Oporto, hasta que llegó la hora de cierre (y también tras ella).

Una psicóloga necesitada de filosofía, en proceso de creación de su primer libro, una cineasta amante de Pedro Costa, Miguel Gomes y Luis Buñuel, una ingeniera humanista que mira por encima de los procesos mecánicos y una psiquiatra muy ética en busca de la belleza, junto a nosotros dos, una artista y un diletante filósofo. Los seis, aprendices de hedonistas, compusimos un encuentro mágico que ¿quién sabe si está llamado a perdurar de algún modo?

Gracias a las cuatro, a la pareja escondida bajo un disfraz de rana, como en los cuentos infantiles, gracias a Avelino y a Ana María, motor oculto del restaurante desde su cocina, y gracias a los hilos benignos de los hados.

La magia existió aquella noche porque nos dejamos envolver por ella, sin oponerle resistencia. Ahora mis actos vuelven a enlazar con el encuentro y, más allá de rememorarlo, lo ofrezco como una posibilidad abierta al futuro, ese futuro que construimos nosotros mismos a golpes de azar. 


 

9 de julio de 2021

El futuro en la educación

 


Poco antes de la Gran Recesión del 2008 (de la cual, por cierto, aún no hemos salido) al recomendarle a un alumno de la e.s.o. que aprovechara el tiempo, me espetó: “cuando cumpla los dieciséis me voy a trabajar de albañil como mi hermano, ¡que cobra más que tú!”

Y en la España de ese momento tal situación era cierta, sin cualificación profesional, sin acabar siquiera la eso, un peón de albañil con sus horas extra, cobraba más que un profesor de secundaria, con su licenciatura y su oposición.

Si el sueldo mide la importancia de un oficio -calvinismo imperante unido al economicismo-, entonces un profesor, sea de primaria, secundaria o universidad, no parece tener mucha.

Por otra parte, la devaluación de la función social del docente resulta inevitable si no se entiende cuál es esa función, y a día de hoy, comenzando por la mayor parte de los políticos, se ignora el para qué de la educación. Lo cual nos encara ante la raíz de todo nuestro problema, una ausencia presente en nuestras escuelas, institutos, universidades, en nuestro sistema educativo entero y en nuestra misma concepción de la educación: la ausencia de proyecto, de ideal de humano y de sociedad; la ausencia de utopía.

Sin meta resulta igualmente absurdo hablar de progreso como hablar de regreso, porque el horizonte se ha tornado parte de un decorado que tan solo sirve para generar una falsa ilusión, o para ocultar un angustioso vacío -nihilismo, sentenció Nietzsche- Y es que nuestra especie para vivir, en vez de arrastrarse inercialmente en una existencia lastrada por la nada, precisa de futuro, el cual implica sentido y por tanto, metas, proyectos, ideales. Otro asunto es el origen del necesario sentido, el cual nace de nosotros mismos y nuestra relación con el medio, no lo olvidemos, pero esto nos llevaría demasiado lejos.

De momento, la inercia nos mantiene apoyados en el viejo proyecto ilustrado, el de la emancipación a través del conocimiento racional, que exije dotar al humano de la herramienta básica, la lectoescritura que le permite acceder al conocimiento. La práctica, sin embargo, lo muestra tan ruinoso, como ineficaz, pues hoy el problema no es el acceso, sino la saturación de información, y los nuevos códigos en que se apoya, las imágenes. Sin embargo, no se dota de una “lectoescritura de la imagen”, de una educación icónica, para no estar indefensos ante las tic. Unas tecnologías donde la imagen apela directamente al sentimiento y la emoción, para guiar al usuario hacia el conformismo individualista, estando así implicadas directamente en la disolución de los lazos que generan comunidad, pues falsean las relaciones humanas generando afectos ilusorios y efímeros.

Tampoco, en consecuencia, es suficiente la mera razón ante la situación presente, pues las tic funcionan más al modo de los viejos mitos que al la joven racionalidad. Sin embargo, parecemos ciegos ante la necesidad de educar tanto en lo emocional, como en lo icónico a ello ligado.

Si no sabemos cómo queremos ser, ni en qué mundo queremos vivir, estamos condenados, no ya a ser y vivir como de hecho lo estamos haciendo, sino como las circunstancias mandan y como los deseos inconfesados, que siempre van a salto de mata, improvisan torpemente.

Otra consecuencia de la ausencia de proyecto es la pérdida de la esperanza, sentimiento imprescindible si queremos seguir siendo humanos e incluso seguir existiendo simplemente.

Espinosa no entendió la esperanza, la creyó una pasión triste y bloqueante porque en realidad hablaba del conformismo, el que está bien atado por el deseo de una solución que cambie el presente por arte de magia, sin intervención nuestra. Tal vez sea cuestión de terminología, pero la pasión que critica podría llamarse fatalismo engañado, y está en las antípodas de la esperanza, la cual es mirada alegre, consciente del camino y sus dificultades, pero a la par confiada en lograr su meta, la cual ha sido fijada por el mismo hombre esperanzado.

Todo ministro de educación debería leer a Bloch en vez de los informes de la OCDE, los de Pisa, los del Consejo Escolar del Estado o las estadísticas de su ministerio. Las leyes de educación no están guiadas por la esperanza, no enfrentan el futuro, sino que reaccionan lentas y mal al pasado, de manera que consagran el presente. No cuestionan si tal como se está desplegando hasta hoy la sociedad de la información es deseable o no, si ha de cambiarse, y en este caso, cómo, simplemente aspiran a que los estudiantes se suban a ella como usuarios eficaces.

Más todavía, colaboran con su funcionamiento al estimarla el cauce, cada vez más necesario, para la marcha del propio sistema educativo. No se plantean qué es, ni cómo ha de funcionar el mercado, o la economía en general, tan solo tratan de formar ciudadanos funcionales para un mercado concreto ya en funcionamiento, y trabajadores que satisfagan las necesidades de una economía dictadora de las leyes de nuestra sociedad.

No sopesan si el actual orden de prioridades vitales nos conviene o nos interesa, simplemente lo perpetúan en los planes de estudios y en los currículos de las diferentes asignaturas. Todo lo más, hacen declaración de buenas intenciones en los preámbulos de la ley, que luego su desarrollo se encargará de imposibilitar. Como al hablar de la formación de ciudadanos críticos, democráticos y responsables, cuando luego vacían a la escuela de todo funcionamiento democrático, anulan la capacidad decisoria de los Consejos Escolares y de los Claustros de profesores, esclerotizan la participación del alumnado y los padres, desoyen cualquier propuesta, petición o reivindicación. O al llamar al fomento de la igualdad, de la integración y la inclusión, cuando luego se financia una red concertada excluyente, desigualadora y que se sacude de encima a todo alumno con necesidades especiales del tipo que sean. O cuando proponen el trabajo colaborativo, el aprender a aprender y en la práctica premian la competencia feroz, el individualismo, la pugna por los resultados numéricos y la titulitis (de la cual varios de nuestros políticos han manifestado graves síntomas).

Si tenemos futuro, es para orientar y encauzar el presente, no para huir de él. El pensamiento utópico no es sueño veleidoso, ni fuga de la realidad, sino su motor de cambio, es esperanza. La única que puede sacarnos de la presente distopía en que estamos inmersos. Por eso el futuro en la educación es la base necesaria que le da sentido y evita su giro en el vacío.

31 de mayo de 2021

Invito al viaggio


Cuando perdemos al creador de una obra, por grande que esta sea, resulta fácil dedicarle unas palabras, pues la herida no es sino intelectual y cicatriza saboreando nuevamente su música, sus palabras, sus hechos. Dedicarlas en cambio a quien hemos querido por lo que era, no por su obra, por su presencia que resultaba una parte de la nuestra, resulta bien diferente, por ello con frecuencia callamos.

La semana pasada la obra de Battiato resultó bálsamo que nutre, una vez más, le nostre anime, pues emprendió su último viaje. Aunque ¿quién sabe?, puesto que Cristo nei Vangeli parla di reincarnazione, nos recordó en Testamento, del último disco que realizó con canciones nuevas, compuestas y cantadas por él, Apriti sesamo. Quiero compartir dos canciones poco conocidas y que escapan tanto de lo que llamamos pop, como de la alegría de vivir tan cantada en sus composiciones más conocidas.

La primera, L'addio, sirva como despedida y reencuentro en la distancia. La compuso en 1981 para Giuni Russo y la retomó en 2008 para su tercer álbum de versiones Fleurs 2 (una más de sus burlas, pues Fleurs 3 que también ofrece versiones de otros autores y una o dos canciones propias, había aparecido seis años antes). Franco no tenía la voz de soprano, ni la potencia de Giuni, pero esta versión, hecha veintisiete años después, convierte a la original en algo nuevo, tan sutil como ese hidrógeno en el mar del olvido que repite el estribillo. Hidrógeno es el primer elemento de la tabla periódica, el más ligero de cuantos gases existen, insoluble en el agua, pero la mayor parte de su molécula, presente en todo ser vivo.

Con la fine dell'estate
come in un romanzo l'eroina
visse veramente prigioniera.
Con te dietro la finestra guardavamo
le rondini sfrecciare in alto in verticale
ogni tanto un aquilone
nell'aria curva dava obliquità a quel tempo
che lascia andare via, che lascia andare via.
Gli idrogeni nel mare dell'oblio.

Da una crepa sulla porta ti spiavo nella stanza
un profumo invase l'anima
e una luce prese posto sulla cima delle palme.
Con te dietro la finestra guardavamo
le rondini sfrecciare in alto in verticale
lungo strade di campagna
stavamo bene
per orgoglio non dovevi
lasciarmi andare via, lasciarmi andare via.

Ogni tanto un aquilone
nell'aria curva dava obliquità a quel tempo
che lascia andare via, che lascia andare via
gli idrogeni nel mare dell'oblio.

Quando me ne andai di casa
finsi un'allegria ridicola
dei ragazzi uscivano da scuola.
Dietro alla stazione sopra una corriera.
L'addio

La segunda canción, nos muestra el viaje esperado por battiato. Aparece en el álbum Fleurs de 1999, parte de Invitación al viaje de Las flores del mal de Beaudelaire, traducido y adaptado al italiano por el filósofo Manlio Sgalambro, quien colaboró con Battiato en las letras de más de media docena de sus álbunes (entre ellos también se esconde La cura, una de sus canciones más emocionales).


Ti invito al viaggio
In quel paese che ti asomiglia tanto
I soli languidi dei suoi cieli annebbiati
Hanno per il mio spirito l'incanto
Dei tuoi occhi quando brillano offuscati
Laggiù tutto è ordine e bellezza
Calma e voluttà
Il mondo s'addormenta in una calda luce
Di giacinto e d'oro
Dormono pigramente i vascelli vagabondi
Arrivati da ogni confine
Per soddisfare i tuoi desideri
I tuoi desideri

Le matin j'écoutais
Les sons du jardin
Le langage des parfums
Le langage des parfums
Des fleurs


Debéis prestar atención a la segunda parte, cuando la canción parece acabar y, por sorpresa, resurge con sintetizadores y voces alteradas (no con auto-tune, sino sintetizadas al modo tradicional de la música progresiva, para deformarlas logrando ciertos efectos, no para enmascarar sus deficiencias), mostrando una extraña belleza. También el Etna y el Estrómboli, dormidos, entraron en erupción el día siguiente al de su muerte. 

En esta coda sueña un día sin ocaso surgido de las sombras, y con su voz, de nuevo, se torna presencia.

Sai, sai, sai, dire addio
Ai, ai, ai giorni felici?
Sai, sai, sai dire addio, addio
Ai, ai, ai giorni felici?

Ascolta nel fondo dell'ombra
Una visione ti viene incontro
Un giorno senza tramonto
Le voci si faranno presenze

Sai, sai, sai, dire addio
Ai, ai, ai giorni felici?
Sai, sai, sai dire addio, addio
Ai, ai, ai giorni felici?
Sai, sai, sai dire addio
Ai, ai, ai giorni felici?
Sai, sai, sai (Dire addio)

7 de marzo de 2021

Mercado educativo


Hace tiempo que nuestro mundo, cada vez más globalizado, se puso las gafas del reduccionismo economicista y ve la realidad, sea la social o la personal, del color de las transacciones económicas. El reduccionismo se duplica al calarse la visera del modelo económico de mercado, cuya sombra se nos vende como la única capaz de proteger la mirada.

Este modo de abordar la realidad no solo impide una adecuada visión de la misma, sino que además la altera y transforma desde sus creencias, las cuales nunca ha justificado.

Cuando esta mirada economicista recae sobre la eduación, la reduce a una relación mercantil en la cual tan solo algunos ciudadanos, los alumnos y sus padres, son clientes del sistema educativo producido y ofertado por el estado. No solo impide que entendamos el papel que esta desempeña en la sociedad y su función en el proceso socializador del humano, sino que pervierte el funcionamiento del sistema educativo en su conjunto, al pretender regirlo por las leyes del mercado.

Todo buen empresario quiere vender y puesto que el cliente siempre lleva la razón, nuestros dirigentes buscan hacer su producto atractivo para la clientela cediendo sistemáticamente en dos áreas: las demandas, como la de más días lectivos (asimilados a días de cuidado de hijos), y los problemas, como el del fracaso escolar (asimilado con el número de suspensos y, por causa de estos, con la repetición de curso).

Nuestras autoridades educativas, culpan reiteradamente a los docentes y les imputan toda responsabilidad respecto a ambas áreas. Actuando como esos jefes que siempre culpabilizan a sus subalternos para así dejar a salvo su autoridad y competencia.

De este modo generan un enfrentamiento entre empleados/vendedores, papel al cual reducen a los docentes, y usuarios/consumidores, papel al cual reducen a padres y alumnos, que pervierte las relaciones dentro de la escuela. Así, la dinámica docente/estudiante se envuelve con una hostilidad que se extiende también a la dinámica docente/padres y, en la misma lógica mercantilista, se prolonga en una creciente judicialización, como si de un conflicto de intereses se tratase. La relación maestro/alumno, ayudados ambos por los padres, no encaja en la perspectiva economicista.

No consideran si las demandas competen al estado, como tampoco analizan si los problemas realmente son tales. El temor a dar una mala imagen como gestores de la empresa se lo impide, y ceden ante cualquier demanda respaldada por asociaciones de padres o por grupos de poder, especialmente si viene jaleada por los medios de comunicación. Ello impide el análisis de las causas y la búsqueda de las soluciones para los  problemas reales. La racionalidad y la conveniencia de lo demandado para el conjunto de la sociedad, pasan a segundo plano ante el ruido mediático que perjudica al negocio educativo.

Estas gafas y esta visera ocultan la necesaria función de la educación para el conjunto de la sociedad, no sólo para quienes en el presente son padres con hijos estudiantes. Hacen olvidar que la formación es diferente de la titulación y, para colmo, reducen la escuela a un negocio de venta de títulos: el de primaria, e.s.o., bachillerato, grados profesionales y universitarios, hasta los de postgrado, con el título rey, el del master (no resulta extraño que más de uno lo adquiera de modo fraudulento, quien sabe con qué oculto pago).

La educación presenta una riqueza tan grande, una complejidad de factores, actores y objetivos, además de una importancia tan decisiva para la sociedad, que no puede entenderse ni practicarse desde la miope visión economicista.

 

21 de febrero de 2021

Pandemia educativa (3ª parte)


El crecimiento desmesurado de las urbes en las sociedades del siglo XX y del XXI, está eliminando los espacios de socialización entre pares. Fuera de occidente esta hipertrofia no va unida a la obsesión por la seguridad y el control de los hijos, permitiendo espacios de libertad, aunque también de peligro múltiple. Pero cuando confluyen los dos factores, como sucede en occidente y en nuestro páis, la necesaria parte de la socialización que ha de darse entre iguales queda seriamente alterada, y produce enormes distorsiones en el funcionamiento del sistema educativo.

Cuando los espacios de libertad y contacto desaparecen por el crecimiento de las ciudades y el consiguiente aumento de las distancias físicas, que provoca un gran volumen de tráfico rodado.

Cuando las facilidades para cuidar a los hijos no existen, y la llamada conciliación familiar para los padres trabajadores es una necesidad cuya satisfacción el estado pospone indefinidamente.

Cuando la disminución, casi desaparición, del control social da carta de impunidad a conductas antisociales en adolescentes y no contribuye a socializar a los niños.

Cuando las redes sociales se anteponen al contacto físico, no solo de los niños y adolescentes, sino incluso de lo mismos padres.

Cuando todo esto sucede, las necesidades buscan camino para su satisfacción y lo han encontrado, más allá del breve tiempo de los recreos, en las aulas de colegios, institutos e incluso de facultades universitarias. (En estas últimas por el progresivo retardo de la maduración socioafectiva)

Si no hay otros espacios y otros tiempos para el necesario contacto, para el encuentro, las aulas se convierten en el nuevo lugar de socialización entre pares, necesario para que se construyan como seres sociales de carne y hueso.

Lo vemos en su deseo de acudir cada mañana al centro educativo y ser cuantos más mejor en cada aula para disfrutar de verdad, para estar vivos.

Lo vemos en sus comportamientos espontáneos ajenos a la necesidad de distancia social, y a la frialdad del no contacto, aunque estemos en plena pandemia.

Lo vemos en los padres que, incluso teletrabajando en muchos casos, necesitan a sus hijos en la escuela porque así son mucho más llevaderos en casa.

Y lo vemos en las medidas políticas, que priman la promoción de cada curso y el porcentaje de aprobados sobre la formación y el aprendizaje. No tratan de construir ciudadanos, sino de ahorrar una partida dedicada a la conciliación.

Lo vemos en unos padres doblemente engañados -y autoengañados- al tener a sus hijos recogidos y al ver los buenos resultados que obtienen.

14 de febrero de 2021

Pandemia y educación (2ª parte)

Otra verdad que aflora es la falta de interes por la educación de nuestras autoridades, que disimulan cada vez más a duras penas. No es extraño si tenemos en cuenta que la política lleva años profesionalizada (como señaló Max Weber hace ya más de un siglo hablando de la burocratización social y los tipos de político) y quien ha abrazado este oficio no quiere ir al paro, sino seguir ocupando cargos.

El político profesional piensa a cuatro años vista y las inversiones educativas no se lucen a tan corto plazo.

Esta falta de interés se une a la confianza en la maquinaria del estado y su inercial funcionamiento. Nuestros políticos de oficio dan por sentada la rutinaria marcha de las ruedas burocráticas, sin reparar en ello siquiera, y cuando alguna se avería, a menudo por simple falta de mantenimiento, la parchean improvisadamente.

En el caso de la educación hay que añadir el generoso y voluntario trabajo que la mayoría de los docentes realizan, muy por encima del que su función administrativa exige.

¿Por qué siguió funcionando el sistema educativo entre marzo y junio de 2020, los meses del Estado de Alarma? No fue por la preocupación y el buen obrar del Ministerio, ni de las Consejerías de Educación, sino por la tarea de los docentes. Sus casas convertidas en aulas, su tiempo abierto a dudas y consultas en jornadas interminables, sus propios medios materiales a disposición de la enseñanza, ordenadores, conexiones a internet, teléfonos, espacios, calefacciones, electricidad ... Todo ello a cambio de ingratitud y burla por parte de unos políticos que juegan a enfrentarlos con los padres y la sociedad, dando una imagen tal falsa como irreal de su labor.

También señaló Max Weber que en los estados modernos es el funcionariado, y no los políticos, quien hace que este marche, quien mantiene girando las ruedas de las instituciones. Hemos visto lo mismo en sanidad durante el estado de alarma, la cual ha seguido funcionando a pesar de las actuaciones políticas.

Este desinterés por la educación ha llegado a su paroxismo al considerar la absoluta necesidad de tener abiertos los centros escolares, al menos entre la infantil y el bachillerato, no por lo que puedan aprender ni por la formación que vayan a recibir los alumnos, sino para tenerlos cuidados, recogidos, custodiados. Liberando así a los padres para que puedan trabajar, teletrabajar en muchos casos, sin preocuparse de sus hijos.

Lo que lleva años gestándose, la enseñanza-guardería, se ha mostrado a las claras gracias al covid-19. Educar es caro, no se luce a cuatro años y además es inutil. Con tener recogidos a los niños y entretenidos a los adolescentes y jóvenes -sin que suspendan demasiado para contentar a sus padres- es suficiente. Para qué van a preocuparse de más nuestros gobernantes si han aceptado que nuestro país sea un macrocomplejo turístico. En el Spanish resort ¿quién necesita otra cosa sino gente simpática, con gracejo, dedicada a la hosteleria y la restauración?

31 de enero de 2021

Pandemia socrática


 Quienes nos dedicamos a la educación estamos viendo el lado socrático de la pandemia. Como Sócrates, que decía tener el oficio de su madre, partera, pero ayudando a alumbrar conocimientos en lugar de niños, la pandemia está destapando viejas enseñanzas, temas conocidos que parecen adquirir novedad circunstancial. A la vez, está evidenciando debilidades nacidas de la concepción postmoderna o líquida -como señaló Bauman- de la política. Para quien quiera verlo, pues así somos los humanos corazones.

La semipresencialidad, con sus días alternos de asistencia por mitades de cada curso a partir de tercero, ha reducido el tamaño del grupo de alumnos, destapando una de estas viejas novedades: con menos alumnos por aula el aprendizaje resulta más efectivo; la cercanía del pequeño grupo permite trabajar de un modo más personalizado, lo cual redunda en la eficacia de la enseñanza. Este principio básico era de sobra conocido por todos los que nos dedicamos a enseñar, y sin embargo, muchos docentes lo habían olvidado tras años de bombardeo institucional. Expertos educativos, gurús interpuestos por nuestras autoridades para dinamizar a un profesorado anclado en viejas rutinas y desmotivado ante los nuevos retos del comienzo de siglo, llevan décadas escupiendo en nuestras caras el mensaje salvador del sistema educativo.

Estos oráculos no cesaron de anunciar la venida de las herramientas informáticas y el e-learning, con sus sacramentales pizarras digitales, tablets y plataformas docentes como edmodo, moodle, classroom y otras, puestas en marcha por algunas autonomías. 

En los nuevos libros sagrados se habla sin cesar de metacognición, motivación y gamificación, también de integración e inclusión, pero sobre todas las cosas, de innovación, competencia digital, cambio metodológico y tecnologías educativas.

Las tecnologías de la información son hoy nuestro viático hacia la salvación y no existe camino fuera de ellas.

A la par, estos profetas de congresos y cursos de formación nos empujan al arrepentimiento y la conversión, denunciando publicamente nuestros pecados:

¿Crees en el Collaborative eLearning?

¿Has frecuentado la flipped classroom?

¿Trabajas con PBL (Project-based learning)?

¿Dónde está el design thinking en tus clases?

¿No caminas por el ámbito STEAM (Science, Technology, Engineering and Math + Arts and Design)?

¿Has creado alguna escape room en tu aula?

Bajo el peso de estas preguntas nos decubrimos pecadores, sobre todo por omisión. Terrible pecado que nos torna, sin saberlo, sicarios de un oscuro señor y sembradores del mal, es decir, del fracaso escolar y de la crisis del sistema educativo. Porque no caben medias tintas, y si no abrazamos la nueva fe, si no somos apóstoles encendidos de la nueva verdad, estamos traicionando la educación. El docente que no está conmigo, está contra mí, y es causante de la crisis del sistema educativo.

Por fortuna para la mayoría, el contagio ideológico y el emocional son tan inseparables de nuestra especie que cobramos conciencia de nuestra culpa, y avergonzados corremos a confesarnos con el community manager de nuestro centro, dispuestos a abrazar la nueva fe. Y quien no se contagia del fervor lo simula, por si acaso, no vaya a terminar señalado con el dedo por pecador irredento, o en boca de todos por loco trasnochado.

 Tal vez debamos leer a escondidas autores heréticos como Saint-Exupèry para reencontrarnos con el pasaje en que el Principito se encuentra con un monarca absoluto en el primer planeta que visita, que le dice:

- Si ordenara a un general volar de una flor a otra como una mariposa, o escribir una tragedia, o convertirse en ave marina, y si el general no ejecutara la orden recibida, ¿quién estaría en falta, él o yo?

- Sería usted - dijo con firmeza el principito.

               Quien tenga oidos, que entienda.