25 de junio de 2022

Contacto inesperado

 


Vivimos dentro de un traje de buzo, es nuestro modo de habitar lo existente, de ser lo que somos.

Es la cultura, un enorme preservativo que, a pesar de su gran finura en ciertas zonas, impide el contacto directo con el exterior, necesario y básico.

Periódicamente debemos salir de la escafandra y posar nuestros pies desnudos sobre el suelo en que, indirectamente, nos apoyamos.

Contacto más nutriente cuanto más inesperado: la noche estrellada al salir de casa; un paseo en el que, de pronto, estamos solos; el olor de los pinos o de las higueras cuando no están a la vista, de la tierra mojada cuando no hay tormenta; los pies sorprendidos por el agua de la orilla; y, sobre todo, el mar. Sonido rítmico pero siempre distinto, inmensidad inabarcable, continuos cambios de color y forma, olor a sal, espuma, metal y algas.

Si no se espera lo inesperado, no se lo hallará, dado lo inhallable y difícil de acceder que es. Heráclito

1 de junio de 2022

Malos testigos

Estamos preparados para procesar los sonidos exteriores, mejor dicho, los que llegan a través de las orejas. Gracias a ellas, que son dos y están opuestas, localizamos fácilmente dirección, sentido y distancia de cuanto las impacta.

Bien distinto sucede cuando el sonido llega a través de los huesos y la piel: inquietante, misterioso y ubicuo; desconocido su origen.

Los sonidos que recibo tumbado en la playa, mis ojos cerrados, mi cabeza apoyada en la arena, son de este segundo grupo.

Me aíslan del mundo y me pegan a la tierra.

Son música para mi vientre.

Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos cuando tienen almas bárbaras. Heráclito