30 de agosto de 2012

Otra vida


La vuelta siempre es costosa. Se conjuga eso que los psicólogos llaman resistencia al cambio, con la perspectiva de los meses iguales, pautados por obligaciones, horarios rígidos, y prisa, una constante sensación de prisa. Se une a ello la insoportable vida urbana, a la que uno acaba, como a todo, acostumbrándose. Sin embargo, al volver de un entorno rural vemos claramente que, a pesar de ser obra nuestra, carece de medida humana.
En estos primeros días, lo que más me molesta es ese continuo ruido mecánico que nunca cesa, ni siquiera de noche, penetrando insomne oídos y pensamientos. Esa atmósfera pesada, mezcla de tubos de escape, aires acondicionados y fábricas, que hiere la nariz y ensucia el alma. Esa continua alerta, tan inútil como necesaria, para caminar por la calle sin riesgo, incluso al ir a comprar el pan.
Y me pregunto ¿cómo me he dejado engañar?,  ¿a qué espero ...?
Se que me entendéis, porque casi todos vamos metiendo la vida sin darnos cuenta, incluso sin quererlo, por callejones de los que resulta muy complicado salir.
Como cantaba Battiato, se quiere otra vida


Pongo esta versión italiana, que es demasiado rápida, porque las españolas (y las otras italianas también) van cargadas de imágenes insoportablemente relamidas. Pero recomiendo ponerla en español y mirar otra cosa mientras la escucháis.

6 de agosto de 2012

PORTA DA PENA 3


Tal vez se trate de la tercera pena, aunque, más me temo, sea la tercera puerta.
Tantas son las penas ¡y tan necesarias!
Cantaba Machado la copla popular: 

“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el corazón”.

Puertas que se han de transitar para estar vivos, especialmente en este mes donde, a la traicionera sombra de las Olimpiadas y la confianza vacacional, sabe Dios la celada que nuestros próceres nos están preparando.
Las penas nos dejan siempre de cara a la pared,
como cantaba la malograda Lhasa de Sela: