Recuerdo haber leído
con alguna de mis hijas un libro infantil en él que una madre,
cuando sus hijos no se portaban bien o no querían hacer sus tareas,
los amenazaba con un terrible “o si no …”
- Haz tu cama, o si no …
- Cómete la verdura, o
si no …
- Cepíllate los dientes,
o si no …
Lo cierto es que, leído
como padre, el cuento era un tentador manual que me ofrecía el
ejemplo de una astuta madre, tan eficaz como cruel al tratar a sus
hijos. En cambio, supuse, para un niño que lo leyese por su cuenta
era una fuente de alivio, al comprobar que su madre lo amenazaba con
castigos conocidos, casi siempre los mismos, a diferencia de la
malvada del cuento.
La madre no les decía
lo qué vendría después, no desvelaba nunca la consecuencia del
incumplimiento, lo dejaba abierto. Ahí, justamente, radicaba lo
temible de su amenaza y lo eficaz de la misma.
La inconcreción de las
consecuencias hacía brotar en sus hijos los miedos más ocultos, los
fantasmas más temidos, los castigos más detestados, proyectándolos
de golpe hacia el futuro próximo, que se tornaba constante fuente de
angustia.
Así me siento,
temeroso ante los más oscuros y tronantes nubarrones. Dábamos por
sentado un futuro con todos sus imponderables, naturalmente, que
siguen estando presentes, pero a ellos se suma ahora una insondable
incertidumbre. Mis viejas creencias se descomponen, las he puesto
entre paréntesis, y no puedo imaginar el, hasta ahora, predecible
rumbo del mundo.
Los efectos temibles de
esta pandemia, como los miedos del niño, no salen de la nada, en
realidad ya estaban ahí, pero ocultos, sometidos al amistoso
transcurrir de lo esperable. El paisaje que esperaba encontrar al
levantar la vista se ha cubierto por la niebla, no puedo ver más
allá. Es la irrupción de lo inesperado, no de lo imposible, ni de
lo imprevisible, sino de lo inesperado, la fuente constante de mi
actual miedo.
No puedo correr hasta
mi madre, deshacer mis ojos en su regazo, mostrarle un sincero
arrepentimiento. El daño ya está hecho. Solo queda buscar cuál ha
sido la desobediencia, para tratar de no seguir repitiéndola, si es
posible todavía.