30 de agosto de 2022

Caminos viejos


 Pues lo mismo es lo que puede pensarse y lo que puede ser                                                                                                                                      Parménides, Poema, fragmento 3.

Al identificar ser y pensar, este fragmento de Parménides encierra el máximo grado de grecocentrismo conocido, puesto que no se trata de cualquier modo de pensamiento, sino del propio de su cultura. Europa, hija de este padre, con rapidez transitó este camino, el de la verdad que reduce lo existente a cuanto alcanzan nuestras entendederas.

Podemos señalar a Parménides como iniciador de la lógica y la metafísica occidentales, pero no de la convicción que a ellas subyace: nuestro pensamiento, el del ser humano, puede desentrañar por sí mismo los secretos de la realidad. Aunque los fragmentos de pensadores anteriores no lo expliciten, es lo que de hecho están llevando a la práctica, es la convicción que mueve sus escritos.

En consecuencia, Parménides no inicia el camino de la metafísica, tan solo da un paso más, extrayendo los presupuestos implícitos en sus predecesores:

- si podemos conocer el cosmos empleando nuestra razón, entonces lo pensable coincidirá con lo real.

- y tirando un poco más del hilo ya tenemos el principio de identidad, el ser es y el no ser no es, y también el de no contradicción, lo que es no puede no ser.

Por si no queda claro, el poema nos advierte que el otro camino, el del error, está alfombrado de engaños y de sombras tan acogedoras como falsas. Añade también cuidados calificativos para quienes se decidan por él: solamente siendo bicéfalos, gentes de errática inteligencia, sordos y ciegos ante los dictados de la razón, podremos transitarlo de modo placentero.

El esencialismo griego quedaba servido y listo para ser perpetuado por los siglos.

Milenios después seguimos en le mismo camino, sin reconocer que la realidad es tan vasta que se nos escapa en su mayor parte; haciendo oídos sordos a las consecuencias del prejuicio esencialista para la acción humana y nuestra relación con todo medio.

Presos por la falsa dicotomía de los dos caminos, no nos atrevemos a ensayar senderos nuevos. Continuamos empeñados en buscar la moneda perdida bajo la luz de la farola; incapaces de dar un paso más allá y adentrarnos en la sombra, negamos que estas existan.

Si penetramos en la sombra descubriremos que la existencia de algo, de cualquier ser, no radica en esencia alguna, no es propiedad estática, sino que nace de su efectividad, de su capacidad para generar efectos, de forma directa o indirecta, por muy contradictorio que a la luz de nuestra razón griega resulte. Una fiera, una comida o un fenómeno natural tienen efectos inmediatos. Una idea, una creencia o un sueño no los producen de manera directa, pero sí a través de quienes las conocen, las defienden, aspiran a realizarlas y quedan influidos o bloqueados por ellas, luego son efectivas indirectamente.

Jankélévitch y Cencillo, por indicar tan solo dos viejos conocidos, dieron pasos en la sombras; el primero desde la música y la ética; el segundo desde la psicología y los mitos.

“Criterio decisivo para juzgar de la objetividad real de lo que se manifiesta no es su «sustancialidad física», ni su perceptibilidad sensorial, sino su eficacia al incidir en los procesos práxicos y el modo específico de ejercerla.”

                                                                                                         Cencillo Los sueños, factor terápico

Cuán diferentes serían la experiencia sensible cotidiana, las artes (su construcción y su aprendizaje), nuestros conocimientos, nuestra ciencia y sus aplicaciones tecnológicas (si de tales siguiésemos hablando). Qué diferentes, sobre todo, nuestras relaciones personales, sociales, jurídicas y la relación con nuestro entorno todo, con el planeta, si fuéramos capaces de abandonar los viejos caminos de Parménides.

4 de agosto de 2022

El secreto de la diosa

 


Y la diosa me recibió benévola, tomó mi mano derecha entre la suya y me habló con estas palabras:

Oh joven que en compañía de inmortales aurigas

y las yeguas que te transportan, llegas hasta nuestra morada,

¡bienvenido!, pues no es un hado funesto quien te ha empujado a andar

por este camino, que está fuera del pisado sendero de los hombres,

sino Temis y Diké.

Y ahora es necesario que te enteres de todo:”

                                                                                            Parménides, Proemio del Poema.

Temis es una de las titánides, hija de Gea y Urano, que representa las leyes eternas y la justicia, como atestiguan sus representaciones con una balanza en la mano. Sin embargo, este relato de Hesíodo probablemente simplifica una divinidad telúrica más arcaica, rectora de los ciclos naturales del año, es decir, la representación de la ley natural del universo.

Temis fue la segunda esposa de Zeus, con el cual generó a las Horas, en las que se produce un similar desplazamiento de funciones. Así, inicialmente las Horas gobernaban los ciclos naturales de las estaciones, pero gradualmente su control de la naturaleza fue pasando al de la sociedad y ellas se desdoblaron en tres: Eunomía, Diké e Irene.

Diké es la personificación de la justicia humana, la que ha de triunfar entre los ciudadanos y en el estado. Eunomía, su hermana, representa el buen orden, la ley rectora de la sociedad. Irene es la paz, la cual no es posible sin sus hermanas la ley y la justicia.

En época de Parménides la visión de Temis como divinidad del derecho era la que se había impuesto, pero la diosa a cuya morada es conducido parece haber guiado sus pasos fuera del camino trillado. De este modo, se enlazarían las reglas de la madre tierra con las de la sociedad humana gracias a su hija Diké, la cual articula la relación de las tres hermanas: si no se aplica la ley debidamente en cada caso, no habrá paz en la polis.

El comienzo del Poema, que aparenta una introducción trasnochada, revela una verdad profunda: la conexión entre el orden telúrico y el político, entre la ley natural, propia de la tierra sustentante con sus ciclos, y la humana, con su debida aplicación de la ley en la polis.

Mirando al pasado comprobamos cómo sucesos naturales, especialmente cuando han sido desastrosos, han generado migraciones, causado guerras, derribado gobiernos, cambiado las leyes y el modo de pensar la sociedad. Del mismo modo, las sociedades humanas vienen impactando en el planeta de manera creciente; especialmente la nuestra, cada vez más injusta y global, está destruyendo el equilibrio natural del planeta y siendo factor decisivo del cambio climático.

Antes que a Parménides, la ignota diosa parece dirigirse a nosotros:

Y ahora es necesario que te enteres de todo.