Hay cosas en la vida que, por más
esperadas, no dejan de sorprender y alterar el estómago y el alma. Refugiarse
en un pueblo perdido no es mal remedio, hasta que un buen día de
agosto -uno ya no se acordaba- llegan las fiestas patronales.
Procesiones, verbenas, actividades gastronómicas y rondas no me
apasionan, pero tienen su aquel. Lo malo es la nueva
moda que estos últimos años sustituye la sesión de concierto para
los abuelos, una actuación, digamos de “varietés”, que recuerda
espantosamente los programas de la tv de mi infancia. Aquella
indigerible mezcla de cantantes melódicos, chicas del ballet ligeras
de ropa, contadores de chistes entre verdes y marrones, animadoras del
público escapadas de revistas de los años 40 y algún número
estilo magia borrás. Lo desazonante no es el espectáculo, sino
que el público ¡con cura incluido! aplauda y se ría.
Estoy convencido, se trata de una
estrategia programada, tal vez por alguna agencia de inteligencia,
para adocenar la sociedad. Más peligrosa que el fútbol porque
encanta especialmente a los abuelos, que son legión a la hora de
votar. La sombra de Íñigo, José Luis Moreno, Valerio Lazarov, …
esbirros al servicio del oscuro señor dinero, sigue rodeándonos.
Es descorazonador, pero mientras existan este tipo de programas, los mismos con la dictadura
de Franco, con la UCD, el PSOE, el PP, y con las tv autonómicas, será imposible una verdadera
democracia entre nosotros. Seguro.
2 comentarios:
Miguel Ángel, aquí vengo a dar cuenta del verano, que ha sido un erial de estupideces y entretenimientos. Pero la culpa de que este país no consiga otro nivel de conciencia, es que se ha hecho consaguinea la mediocridad. Ay dios!
Un abrazo y saludos para ellas, acual más guapa.
No le digo que no, don Manuel, pero también sucede que si procuran acostumbrarnos ... lloverá sobre mojado.
Salud y ya estamos de vuelta tras este extraño verano.
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