4 de mayo de 2012

Puentes


(Tomo el dibujo de Clara Marta en el blog de vuelta con el cuaderno) 
Hace unos días escuchamos un concierto de Amancio Prada y anteayer asistimos a un debate que sostuvo con Gabriel Sopeña. No sabemos cuánto tardará Zaragoza en volver a ofrecernos estas mieles, de momento ¡que nos quiten lo bailao!
Sopeña presentó la figura de Amancio Prada como la de un pontífice, es decir, constructor de puentes. No debe ser casual que naciese en Ponferrada, respondió con humor Amancio (pons ferrata, puente fuerte, fortificado).
Puente enlazando lenguas, puesto que ha cantado, y canta, en gallego, en castellano y en francés. Ha traducido poemas del gallego y también del francés, como el disco dedicado a Leo Ferré.
Disco soberbio, ejemplo de cómo entiendo deben hacerse la versiones, sin caer en la imitación de otro, pues nunca será el original, sino haciéndolo suyo. El resultado es algo nuevo, mas surgido del diálogo con el versionado. Se trata, en suma de crear a partir de otro. Puente entre la música culta y la popular: viejos romances, trovas y canciones populares se unen con una melodía y unos arreglos, que los convierten en refinada pieza sonora. Logrando, como pocos, un alto nivel de belleza con un mínimo de instrumentos acompañantes.
Puente entre letra y música. Amancio no es el típico cantautor que toca mal la guitarra, tiene una voz mediocre y relega la música a un segundo lugar respecto a la letra. Por contra, domina su guitarra, la voz plena que posee y el arte de musicar la palabra, haciéndolas inseparables en su obra.
Puente que une España con Europa, tanto por formación, y por inicio de su carrera, como por su similitud con cantantes como Brassens (otro de los pocos que han logrado más con menos: su guitarra y el contrabajo de Pierre Nicolas).
Aunque se trataba de un debate, Amancio nos regaló la mejor versión del romance del enamorado y la muerte que haya oído nunca. Era inevitable que cantase, él mismo declara que cantar siempre ha sido lo que más le gusta de este mundo.
Especialmente puente, como señalaba Jacques Brel, entre música, palabra y gesto. Ambos cantautores construyen un espectáculo global; hay que verlos, antes que nada su rostro, ademas de oírlos y entenderlos. La obra surge del conjunto.
A propósito de lo último, Amancio señaló dos extremos de la música y la poesía: el del arpa durmiente (como en el poema de Bécquer), donde se sitúan el poema escrito y la canción transcrita en un pentagrama. Seres latentes, hibernados, fantasmas que cobran vida al ser cantados o declamados, y sólo entonces. Lo solemos olvidar, especialmente cuando de poesía se trata, y pasamos por alto sus milenios de tradición oral.
En el otro extremo está el anhelo de cualquier artista, el de Orfeo cantado por el romance del conde Arnaldos: la belleza que arrastra y ante la cual no hay resistencia posible, más fuerte incluso que las fuerzas cósmicas. Pero este paraíso, siempre por encontrar, requiere el esfuerzo de Sísifo y una entrega incondicional.
Como indica el marinero: “yo no digo mi canción sino a quien conmigo va”.

(Escojo un perfecto puente entre una canción popular allende los mares, un polo margariteño, y la versión genial ofrecida por Amancio)

2 comentarios:

Manuel Marcos dijo...

Qué delicia, aquí es mejor abrir bien los oídos. Del beneficio que los cantautores han dado a este maltrecho país con su labor de maestros trovadores en sensibilidad y política, nunca se hablará bastante teniendo en cuenta la distancia de años luz que nos lleva la banalidad. Tu lo haces con palabras sentidas y muy bien escogidas, por tanto, verdaderas.

Saludos Miguel Ángel.

clara dijo...

La palabra bien dicha siempre es un placer escucharla en una voz como la de Amancio Prada o leerla en un texto cálidamente escrito. Una suerte en ambos casos hacerlo tan bien acompañada.