23 de abril de 2012

Juegos de lengua

Lo se, pero no he podido aguantar, ¡con la nochecita que he pasado!
Y es que, después de escuchar el sábado por la radio las medidas aprobadas por Decreto Ley para racionalizar el gasto en educación, que salvaguardan e incrementan la calidad de este servicio público y evitan que la condición socioeconómica sea un "obstáculo para el desarrollo del talento."
Escucharlo, sabiendo que la fórmula mágica para estos milagros consiste en aumentar el número de alumnos por clase, reducir la oferta de bachilleratos por instituto, aumentar el número de horas lectivas de los profesores, con el consiguiente despido de miles de interinos. Aumentar las ventajas y ayudas a la escuela privada, directamente y a través de desgravaciones en la renta de los padres. Reducir el dinero destinado a becas e investigación, …
Cuanto cinismo, ¡que perversión del lenguaje!
Cometí luego la torpeza de ver el telediario: una siniestra trinidad anunciaba, tras el consejo de ministros del viernes, estas buenas nuevas y otras glorias referidas a la sanidad y no se qué más ... mi intelecto demudó.
Por la noche, en sueños me vi en una ciudad obscura y asfixiante, tres sicarios de un amenazante enemigo me perseguían. Uno de ellos tenia aspecto de monja despiadada, otro, pelón y con una sórdida sonrisa y el tercero era una figura anodina pero inquietante. Montados en negros caballos de ojos rojizos, eran los Nazgûl, servidores de los secretos del anillo. Me declaraban su amor y sus bondades, pero lanzaban su látigo y trataban de alcanzarme con sus armas. Cuando uno de ellos, el de la sórdida sonrisa iba a clavarme su espada, mientras con voz dulce me declaraba sus mejores intenciones, apareció Wittgenstein, blanco y resplandeciente, y con un gran cayado en su mano izquierda los hizo retroceder. Me dijo, mientras se evaporaba ante mis ojos, que no me preocupase, que eran juegos, juegos de lengua. Lo que para mi era irracional y contradictorio, desde el juego del señor oscuro, el de la economía dominada por los anillos de poder, tenía pleno sentido.
Desperté sudoroso, desorientado. ¡Como para guardármelo!

 

5 comentarios:

Manuel Marcos dijo...

No creo que pueda contarse de mejor manera el ambiente de pesadilla que estamos viviendo, con esta política de palabras consumadas en el jugo de la hipocresía y el corsé de los mercados. La aparición de Wittgenstein, proverbial. Enhorabuena señor Velasco, no se lo guarde, hace bien.

Saludos.

M. A. Velasco León dijo...

Señor Marcos -aunque preferiría llamarle Manuel, si me lo permite- sus comentarios son siempre palabras de aliento para este joven blog.
Muchísimas grcias y un saludo afectuoso.

clara dijo...

Al hilo de lo escrito, tengase en cuenta "las palabras de este tremendo artista" http://luisscafati.blogspot.com.es/2012/04/palabras.html

Hangelus GirL dijo...

Me has tocado la fibra sensible. 1) Por mi reciente espíritu schopenhaueriano ante nuestro aciago futuro. 2) Por Wittgenstein, mi amor de adolescencia (yo ya era rarita entonces).

Quiero el cuento entero, como diría Pretty Woman. A ver si hay suerte y Wittgenstein me rescata subido en su caballo blanco.

Maravillosa entrada.

Besos

M. A. Velasco León dijo...

¡Cuanto tiempo! amiga Angelus.
No se, me temo que el del caballo era Santiago y sus intenciones otras.
El buen Ludwig montaba sobre una escalera, que te permitirá ver el mundo de otra manera si no te enredas en ella.
Schopenhauer era desmentido por su propia vida.
Un abrazo.