Es el apodo de Felipe II, el rey que cerró las universidades españolas a profesores venidos de fuera y prohibió la salida, al menos con retorno, a los de su católico reino. La misma suerte decretó para los estudiantes universitarios de las Españas. Sus arrebatos de prudencia iniciaron lo que Ortega y Gasset llamó la tibetización de la ciencia y el saber españoles.
Pero seamos positivos, estas políticas fueron dando su fruto: el Spain is different, que tanto atraía a los aventureros del norte y centro de Europa en el siglo XIX. Obras como Carmen reflejan la atracción de nuestro retraso, convertido en temperamental. Las dictaduras del siglo XX, especialmente la franquista, acabaron de consagrar este exotismo, este arrebatador primitivismo, que tan irresistible les resultaba a las nórdicas. Desde entonces el turismo no ha dejado de dar beneficios, especialmente económicos. Y nuestras autoridades del siglo XXI parecen empeñadas en continuar con esta prudente tradición. No es de extrañar la constante fuga de cerebros padecida en nuestro país. Por eso, Unamuno se equivocó con su conocido "que inventen ellos", debía haber dicho, más bien, "que inventen fuera, aunque sean de aquí".
Los investigadores se están quejando, una vez más, y recogen firmas. La inversión en investigación aquí nunca ha estado a la altura de la media europea, pero desde 2007 no ha parado de disminuir, año tras año, y temen lo que ahora se les viene encima.
No podemos desvincular la investigación de la formación universitaria, ni esta de la secundaria y esta, a su vez, de la primaria. Toda la educación española recibe una inversión bastante por debajo de la media europea.
Pero seamos positivos: para trabajar en un hotel, en un chiringuito o vendiendo recuerdos, el exotismo y el retraso nos hacen más competitivos.
¿Inventar?, ¿gastar dinero en educación? ¡que lo hagan los de fuera! Los buenos lacayos son siempre los más ignorantes. Es lo más prudente.
Pero seamos positivos, estas políticas fueron dando su fruto: el Spain is different, que tanto atraía a los aventureros del norte y centro de Europa en el siglo XIX. Obras como Carmen reflejan la atracción de nuestro retraso, convertido en temperamental. Las dictaduras del siglo XX, especialmente la franquista, acabaron de consagrar este exotismo, este arrebatador primitivismo, que tan irresistible les resultaba a las nórdicas. Desde entonces el turismo no ha dejado de dar beneficios, especialmente económicos. Y nuestras autoridades del siglo XXI parecen empeñadas en continuar con esta prudente tradición. No es de extrañar la constante fuga de cerebros padecida en nuestro país. Por eso, Unamuno se equivocó con su conocido "que inventen ellos", debía haber dicho, más bien, "que inventen fuera, aunque sean de aquí".
Los investigadores se están quejando, una vez más, y recogen firmas. La inversión en investigación aquí nunca ha estado a la altura de la media europea, pero desde 2007 no ha parado de disminuir, año tras año, y temen lo que ahora se les viene encima.
No podemos desvincular la investigación de la formación universitaria, ni esta de la secundaria y esta, a su vez, de la primaria. Toda la educación española recibe una inversión bastante por debajo de la media europea.
Pero seamos positivos: para trabajar en un hotel, en un chiringuito o vendiendo recuerdos, el exotismo y el retraso nos hacen más competitivos.
¿Inventar?, ¿gastar dinero en educación? ¡que lo hagan los de fuera! Los buenos lacayos son siempre los más ignorantes. Es lo más prudente.
1 comentario:
Contundente. La poca monta se ha convertido en una montaña llamada España.
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