16 de marzo de 2012

La lógica no engaña


Existe una jerarquía en las Fuerzas de Seguridad del Estado cuyo vértice es el Presidente del Gobierno, pasa por el Ministro de Interior, los Delegados del Gobierno, los Jefes Superiores de Policía y aterriza en los policías de a pie, incluidos los antidisturbios.
Si los agentes de la base hubieran actuado mal, bien lo hacían por propia iniciativa, bien obedecían órdenes, bien ambas cosas a la vez, (desgraciadamente, las dos pueden ser ciertas según la ley de la alternativa). La primera posibilidad es alarmante, puesto que unos agentes del orden descontrolados pueden suponer un serio peligro para el estado. La segunda, hace rodar cabezas cada vez más elevadas, pudiendo llegar a la del Ministro o a la cúspide de la pirámide. La tercera muestra un desbarajuste tan considerable, que no permite hablar de un estado democrático. La solución por la que se ha optado es suprimir la alternativa, declarando correcta la actuación de la policía.
No existen elementos para incoar actuaciones contra ningún miembro de la policía ha declarado el Ministro de Interior basándose en la investigación abierta por la Delegación del Gobierno en Valencia. Más aún, habla de intachable actuación de la policía, aguantando estoicamente agresiones verbales, amenazas, injurias y calumnias susceptibles de sanciones penales, con un especial esfuerzo de contención.
Sin embargo, son tantos y tan rotundos los vídeos colgados en la red (me quedo con el de un alumno con aire ingenuo al que un policía, por las buenas, arrea un sopapo traicionero que le tira las gafas) que sus palabras se deshacen ante los hechos.
El razonamiento del Ministro se concentra en tres argumentos: la manifestación no se había comunicado a la Delegación del Gobierno; estorbaban el derecho de libre circulación de otros ciudadanos; los agentes se defendieron ante agresiones y amenazas de elementos radicales.
El primero de los argumentos trata de justificar una actuación policial que generó maltrato, vejaciones y agresiones (es decir, que se saltó la legalidad), en el hecho de que los manifestantes vulneraron la ley al no comunicar la manifestación. El segundo argumento hace lo mismo, al querer salvaguardar los derechos de unos, a circular, a costa de los de otros, a ser tratados conforme a la ley. Equivale a: "hay que respetar la ley, por eso ha estado bien que los policías se la saltaran". Ambos argumentos incurren en una falacia de afirmación y negación simultanea.
El tercero justifica la actuación policial porque es respuesta proporcionada ante elementos radicales. Viene a decir que si hay una pelea es porque tu siempre empiezas primero. Se trata de una mezcla del sofisma ad hominen ("como sois radicales nada de lo que hagais está bien, sois culpables de entrada") y del tu quoque ("no me puedes criticar porque tu haces lo mismo"). De otro modo, "como hubo agresiones hacia la policía, esta puede agredir".
Se trata, en resumen, de una argumentación engañosa, poblada de falacias y ambigüedades, y es que la lógica no engaña. Recuerda demasiado los argumentos vertidos para justificar nuestra guerra civil y el tipo de estado a que dio lugar, una dictadura. Si hubo delitos, que se investiguen con toda la contundencia de nuestras instituciones y se actue contra ellos según derecho. Pero el delito nunca justificará el incumplimiento de la ley por parte del estado, si este quiere ser un estado democrático.
La verdad no es tal porque la diga el ministro responsable del uso de la violencia legítima, sería otro sofisma, ad baculum ("la verdad es esta, acéptala porque tienes las de perder"). No caigamos tampoco en argumentaciones circulares.

1 comentario:

Clara dijo...

Los círculos ruedan mucho y sólos, sobre todo, cuando LA COSA está cuesta abajo