24 de septiembre de 2018

Españas (1)

No ha sido la pesadilla mediática de unos nacionalismos, tan burdos como interesados, quien me ha enfrentado a la vieja cuestión de las dos Españas. En verano aprovecho para desconectar de las noticias, pero en esta ocasión el suceso se ha colado en mi pueblo adoptado. No, no pretende la independencia, lo cual tendría su aquel y bastante gracia, sino que ha sido escenario de un escándalo, un caso de corrupción a pequeña escala, con su pequeña repercusión en la prensa, pero de magnitud envolvente para sus vecinos y quienes lo frecuentamos. Los hechos, aún calientes y pendientes de aclaración judicial, me han sumergido en el problema de nuestra España. Reflejado en este pequeño espejo he visto a quienes prefieren no enterarse, a quienes enterados recurren al consabido y falaz “todos son iguales”, a quienes han cerrado filas en torno a los responsables políticos y a quienes embisten contra ellos desde las filas opuestas. Todos ellos envueltos por una atmósfera extraña, cargada de intranquilidad y resquemor.
He rastreado la escisión de lo español durante todo el siglo veinte, retrocediendo hasta las guerras Carlistas y más allá, hasta las entrañas de la guerra de la independencia, pero nuestra historia contemporánea más parece mostrarme que aclararme el problema de las Españas. Sospecho que hay algo más allá del modo de entender la nación, lo mismo da la catalana, la española, o la cartagenera, más allá de la pugna entre ideologías y colores políticos, y de la oposición entre conservadores y progresistas.
El enfrentamiento ideológico centro-periferia me parece un modelo de corto alcance explicativo, porque las Españas no son efecto del choque entre dos concepciones de lo nacional, la centralista y la independentista -típica de nuestras periferias costeras-, sino su causa. Además, si cualquier nacionalismo necesita tener otro enfrente que se le oponga y sea el enemigo al cual enfrentarse, los periféricos son tan hijos del centralista como éste de aquellos.
Otro tanto sucede con la oposición política derechas-izquierdas. Este siglo veintiuno muestra a las claras que su línea de separación no va más allá de las siglas de los partidos, lo cual no es mucho, y menos aún si recordamos el cíclico empeño de los mayoritarios en abanderar el centro. Para colmo, la militancia en uno u otro de los colores políticos, y esto parece suceder desde su mismo nacimiento, no sólo está condicionada por la posición socioeconómica, sino por lazos familiares, clientelares y meramente casuales. Sin embargo, suele pasarse por alto aunque explica en buena parte los tránsitos de unas filas a las de enfrente. Pensemos en cierto periodista español que desde Bandera Roja transitó con facilidad hasta la ultraderecha, o en el gran baile de nuestros políticos en las décadas de los setenta y los ochenta.
La pugna conservador-progresista enseguida revela su contradicción, porque el progresismo choca con la prioridad de conservar lo mío y el conservadurismo continuamente trata de progresar, siempre que sea en aumento de su ventaja. No perdamos de vista que esta lucha es reflejo de los ideales del Antiguo Régimen, por una parte, y de la euforia desatada por el positivismo científico y sociológico, por otra.
Los tres análisis se mueven en el terreno de -así lo llamo- lo político constituido. Su explicación parte de la existencia de una sociedad histórica, moderna o contemporánea, y muy institucionalizada. No puedo rastrear pugna entre progresistas y conservadores en El Argar ni en Los Millares, como no encuentro nacionalidades en el Medievo, ni derechas e izquierdas en la corte de los Austrias. En consecuencia, he de dar un paso más, hacia lo que llamo político constituyente. Me sitúo en sociedades prehistóricas y más allá, en constantes del proceder humano que muestran unas raíces hundidas hasta la dicotomía entre lo racional y lo afectivo. Profundas entrañas de nuestras gentes, las cuales podrían rastrearse a través de mitos y rituales.
¿Es posible conciliar una racionalidad coherente y unas pasiones atávicas?. ¿O acaso el triunfo de una u otra dibuja el mapa de las dos Españas?

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