10 de junio de 2018

Toxicidad

Los años me muestran la facilidad que algunas personas presentan para enturbiar los logros y acciones de los demás, así como las relaciones enriquecedoras. Casi nadie practica el mal a idea y ninguno somos perfecto, de manera que en cualquier acción realizada, o cualquier idea propuesta, podemos descubrir errores, olvidos, consecuencias y riesgos desafortunados. La persona tóxica agranda, distorsiona y se regodea con estos aspectos indeseados en lugar de ayudar a subsanarlos o a evitarlos. Toda respuesta sincera y toda explicación inocente que le ofrezcamos, será rápidamente transformada en madera para un fuego que no alumbra sino mal humor, disgusto y bloqueo momentáneo en quienes sufrimos su embestida. La persona tóxica abre heridas y, lejos de ayudar a que cicatricen, mete un dedo, otro más y la mano completa, si se lo permitimos, corrompiendo lo que podía haberse resuelto con facilidad.
No todas son iguales, encontramos dos tipos, cuando menos: quienes son tóxicas para los cercanos, y más cuanto más próximos sean. Con frecuencia obedecen a un impulso autopunitivo indirecto, que produce sufrimiento en los seres queridos para así provocarlo en uno mismo, impidiendo toda relación positiva, o bloqueándola cuando se está generando. El segundo es el de aquellas personas que, sin tener una confianza ni una relación especial, se entrometen al hilo de las múltiples actividades sociales, en las cuales es inevitable contar con un público, unos compañeros, vecinos, alumnos… Generalmente, no es el placer de fastidiar, el sadismo, el móvil de su acción, sino la necesidad de recibir atención, aunque sea la del enfado o el desprecio (tan miserable puede ser nuestra condición, que preferimos ser maltratados antes que ignorados) y así afirmar se inestable personalidad.
Hoy las nuevas tics ofrecen un cauce a este segundo grupo, son los tóxicos digitales. Con frecuencia se entrometen en contextos ajenos para generar acres discusiones con sus críticas, siempre destructivas. Aprovechando, por ejemplo, que un amigo común nos ha hecho un comentario en una red social, desembarcan distraídamente en la conversación y derraman su ponzoñoso discurso. Han de servirse de estos trucos porque, tras padecerlos una vez, dos si somos más pacientes, todos los abandonamos para evitar su veneno. Suelen ser hábiles, aparentando una mera discrepancia, ante la cual quien los desconoce, o quien incautamente no es capaz de contenerse ese día, responde, y ¡ya está mordido el anzuelo! Sus respuestas van creciendo exponencialmente en profusión y agresión.
Nadie hace el mal a idea, salvo los malvados de cierto cine y los dibujados por toda moral fanática del “conmigo o contra mí”, tampoco las personas tóxicas. Necesitan descargar su agresividad generando nueva agresividad a su alrededor; y cuanto mayor sea esta, más se desahogan y afirman su inseguro ego. Afectivamente desconocen otros modos, por ello a nivel racional están convencidos de su recto proceder. Lo malo son los nocivos efectos que generan a su alrededor, las aguas limpias que enturbian y los inútiles disgustos que ofrecen.

4 comentarios:

jrpmato dijo...

Cierto, muy cierto. Tomo nota.

M. A. Velasco León dijo...

Fuera del mundo virtual también hay trolls, la lástima, José Ramón, es que sólo se les conoce por sus acciones y no por su apariencia.
Un abrazo.

David Porcel Dieste dijo...

Sí, una forma de afirmarse es degenerando la realidad circundante, incluyéndose a sí mismo. Si por exceso de vanidad no puedo pedir ayuda, hago por provocar en los demás cierta advertencia de que estoy necesitado, a ver si así... Sin embargo, con su tontura emocional generan el efecto contrario: animadversión y rechazo. Mucho se habla de inteligencia emocional, cuando habría que trabajar también aquella tontura, que en algunos casos se hace crónica y casi irreparable. Excelente entrada.

M. A. Velasco León dijo...

Tontura emocional. ¡Muy bueno!
Mi madre ya decía "de los tontos líbrame Señor, que de los malos ya me libro yo". Aplicado a lo emocional encaja a la perfección.
Gracias y un abrazo.