2 de abril de 2016

Termodinámica poética I

          Primera ley de la termodinámica:
La energía no puede ser creada ni destruida, sólo puede transformarse de un tipo de energía en otro. El conocido principio de conservación de la energía, el más elemental para cualquier sistema material terrestre, el de nuestra escala, el habitado por vosotros y por mi, también sistemas sujetos a esta primera ley.
Inmersos en una naturaleza continuamente cambiante, pero reversible en sus cambios, realidad constante donde todas las partes son intercambiables y pueden ser intercambiadas. Y aun con estas ventajas de la cuantificación homogeneizante, el mundo que habitamos, vosotros y yo, no parece dispuesto a adoptarlas.
¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.
Puntualiza Machado con ingenua espontaneidad y resalta las rotundas limitaciones de esta ley, por mucho que la energía se conserve.
¿Dices que nada se pierde?
Si esta copa de cristal
se me rompe, nunca en ella
beberé, nunca jamás.
No es casual que dos obras de su heterónimo Abel Martín se titulen: De la heterogeneidad del ser y Lo universal cualitativo.

          Segunda ley de la termodinámica:
Solamente se puede realizar un trabajo mediante el paso del calor de un cuerpo con mayor temperatura a uno que tiene menor temperatura. Pues sucede que el calor pasa espontáneamente de los cuerpos calientes a los fríos hasta quedar a la misma temperatura. En la naturaleza estos procesos suceden, pero sus inversos no. luego el feliz panorama de la primera ley es drásticamente subvertido por esta segunda, que, para colmo, invita una desoladora propiedad llamada entropía: la fracción de energía de un sistema que no es posible convertir en trabajo. Se pierde, haciendo todo sistema natural tendente a la inacción, ya que sin energía no hay trabajo y a base pequeñas fracciones perdidas, es cuestión de tiempo el quedarse frio.
Esta ley implica un futuro de completa inmovilidad de todos los cuerpos isotermos. Una muerte absoluta, cuyos los cadáveres ni siquiera están fríos, ya que nada vivo puede tocarlos. Cuan diferente de la quietud dinámica descrita por Juan de Mairena, otro heterónimo de Machado y discípulo de Abel Martín:
Si con él, que todo sea
-donde sea- quieto y vivo,
el ojo en superlativo,
que mire, admire y se vea.

          Las cuatro primeras formas de la objetividad, nos dice Martín en Las cinco formas de la objetividad, son aparienciales; pretensiones de objetividad nacidas de la pobreza del pensamiento humano. Tan solo la quinta forma es realmente objetiva, pues refiere a un otro real, que ya no es objeto de conocimiento, sino de amor. El amante, nos dice, renuncia a cuanto es espejo en el amor; no busca su propia imagen reflejada en la amada, sino saciar su sed de lo esencialmente otro, la sed metafísica de lo heterogéneo. Mas el amor, única pretensión a la objetividad que alcanza su meta, es fuerza refractaria a cualquier unidad de medida; fuerza cualitativa capaz de generar trabajo de modo constante y energía siempre cinética. ¡Qué mayor refutación de este segundo principio!
...

4 comentarios:

David Porcel Dieste dijo...

Muy buena la entrada, que bien podría ser la introducción a una teoría acerca del amor. Te animo a que escribas más sobre el tema. Casualmente, releyendo La emboscadura de Jünger, me encuentro con la idea de "lo milagroso", "lo espontáneo", "lo excedente", que emana de un origen distinto del mundo histórico, traducible éste en lenguaje científico, técnico o político. Es de lo milagroso de lo que luego vive el tiempo. Gracias por tu entrada, tan sugerente. David

M. A. Velasco León dijo...

También decía Roth (Joseph) que a nada se acostumbra uno tan fácilmente como a los milagros. Porque sin las rupturas de la continuidad esta resulta una penuria atemporal. Buscaré la obra de Jünger.
Tengo preparada una nueva entrada, una segunda parte, que algo avanza esta cuestión del amor. Acepto de buen grado tu propuesta y procuro no echarla en saco roto.
Gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...


¿Cómo resistir la tentación?: "El amor es la capacidad de percibir lo semejante en lo desemejante" T W Adorno Mínima Moralia…En realidad el bueno de D Teodoro no fue muy dado a los extravíos eróticos…Tanta dialéctica y tanta negatividad incapacitan para ello: " La felicidad no es una constante; sólo la infelicidad lo es, pues su esencia consiste en la igualdad permanente..."
(Adorno Dialéctica Negativa p 351)…¡Este hombre…!
Un abrazo, me alegro de la reapertura del cajón….

M. A. Velasco León dijo...

Ya se sabe que los alemanes son poco dados al Adorno. La exageración conceptual se cobra su precio, y, por desgracia, no sólo en la infelicidad teutona sino en la de quienes giramos alrededor.
Un abrazo, buen amigo.