Si
bien todos simulamos, y la vida misma no parece dedicarse a otro
asunto, no son iguales los modos de simular. Sobre la marcha, vienen
a mi cabeza dos bien diferentes:
El
primero es la simulación ignorante, de quien no se sabe
simulador y cree vivir enfrentado a una realidad por completo
exterior. Lo real le parece pleno, macizo, como les parecía la
materia a los pensadores y científicos de la Modernidad. La
exterioridad permite desenvolvernos en ella, con mayor o menor éxito,
hasta que de pronto llegan circunstancias como las presentes y se
torna amenazante, enemiga a la cual vencer.
Caso
especial dentro de la simulación ignorante es la simulación
consciente, la de quienes toman conciencia de que nuestra vida y
nuestro propio yo, no son sino simulacro. Sin embargo, la lucidez no
pasa de tal punto, de la constatación notarial de una realidad
normalmente asumida de tres maneras: bien con resignación, al modo
del escepticismo que conduce a la inacción; bien con resentimiento,
larvando la situación presente y la porvenir, que poco a poco se
hacen cada vez más insoportables; bien con pesimismo victimista, que
busca culpables de tan terrible rostro de la vida.
A
diferencia de la ignorancia a secas, estos tres modos de lucidez son
estériles, pues si aquella nos hace fácilmente manejables, estos
impiden cualquier acción eficaz y, tal vez lo peor de todo, conducen
invariablemente a la desdicha interior.
El
segundo modo es la simulación lúcida, de
quien ha logrado conciencia plena de su ser simulador y, junto a
ella, es capaz de olvidarlo. Alguno me dirá que esto equivale al
doblepensar planteado por Orwel en su 1984,
y en consecuencia no es sino un autoengaño servil. No, no me refiero
a dicho mecanismo, el cual sería realmente una mera simulación
consciente, a la cual se añade una venda en los ojos puesta por
nosotros mismos. Se trata de ir más allá del círculo vicioso y
vivir el simulacro como si no lo fuese, plenamente. Vivir con la
ingenuidad del ignorante y a la par sabiéndonos creadores de un
mundo hueco, pero hospitalario, del único habitable por una
comunidad de simuladores.
Si
la simulación ignorante, en todos sus modos, es cordura, la
simulación lúcida debe ser locura. Necesaria para lograr que el
círculo vicioso se torne virtuoso, para lograr compartir lo simulado
de manera amable, sin resentimiento, abierta a posibilidades siempre
nuevas, pues tal es el futuro.
6 comentarios:
Tu reflexión de hoy me ha recordado al alma bella de Schiller, que es tan libre que se olvida que lo es, y al olvidarse no tiene que estar sujeto a condicionantes hipotéticos ni categóricos. Diríamos que espontáneamente actúa bien. Interesante categorización que apunta ya a una ontología de la vida.
Palabras de Schiller, ¡madre mía! que gran maestro. Ójala todos quisieramos volar como él lo hizo.
Gracias por abrir el cajón.
Muy interesante tu reflexión, me gusta esa denominación que ha utilizado David de "ontología de la vida.
Lo que me preguntaba al leerlo es si simular no implica algo auténtico respecto a lo que simula y desde lo cual simular adquiere sentido.
Genial el matiz de la simulación lúcida con la locura: habitar y crear un mundo simulado abandonando la fractura, lanzándose a vivir.
Sí que sería auténtico Robin, porque se trata de la vida misma humana. No tanto de un algo auténtico previo que preste sentido, sino que al simular surge ese algo dador de sentido. Si quieres lo previo habría que señalar a la condición de ese peculiar tipo de realidad que somos.
Gracias por pasarte.
A mí el dibujo me permite conocer y entender el mundo. Retener momentos para no olvidarlos y rememorarlos. El dibujo es la mayor simulación de ese mundo que habito y quiero. Es mi forma de vivirlo e interpretarlo. Eterna simulación que me permite respirar. Unas veces me trae la cordura y otras me la arrebata. Siempre consciente al dibujar, no quita para que la simulación me haga más real la ficción y más ficción lo real. Ahí debe de estar la clave.
Siempre es necesario y bienvenido el punto de vista visual para que quienes somos profesionales del pensamiento (je je je ¡que pretencioso es uno!)no volemos sin cabos que nos unan firmemente a tierra.
Gracias por ser parte clave de mi locura.
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