Una
vieja bicicleta estática, tras años en un rincón de mi casa
recordada tan solo por el trapo del polvo, que de cuando en cuando la
visita, se ha convertido ahora en lugar frecuentado por quienes
compartimos esta reclusión bajo el mismo techo.
¡No
habré pensado veces deshacerme de ella! y todas, ¿quien sabe si
por una oscura premonición? deseché mi propuesta.
Ahora
¿quién iba a imaginarlo? cada mañana me lleva a mi instituto y
cada tarde hasta pueblos conocidos cuyo camino no sea muy empinado.
Siento el viento en la cara, el olor de los pinos me asalta de vez en
cuando al doblar una curva, y el frescor de los barrancos me abraza
al cruzar los puentes.
Todo
ello al lado de la ventana, mientras mis ojos contemplan los
autobuses urbanos circulando vacíos con su ritmo monótono y los
semáforos dan paso a peatones invisibles. ¡Simulacros!, puros
simulacros, como la vieja bicicleta. Sin ruedas, sin dirección
posible en su rígido manillar, sin luces ni timbre.
Siempre
he amado el timbre de las bicicletas sobre cualquier otra de sus
partes, incluso sobre ellas mismas, ¿cómo no va a ser un simulacro?
Y
sin embargo, estos días me hace viajar y pensar.
Mantenga
las rutinas habituales dentro de lo posible, vístase, arréglese,
cuide los horarios, fije lugares de la casa para diferentes
actividades …
Vivimos
días simulados, que transcurren como si tuvieran ruedas y manillar
que gira, como si tuvieran timbre.
Pero
¿quién iba a imaginarlo? lisiada, amputada, y convertida en
maestra, en metáfora de la vida. Porque ahora veo con claridad que
vivir es simular y poco más, darse cuenta de ello. Porque veo
también que la diferencia entre hacer ejercicio cabalgando un trasto
insulso y pasear por lugares amados, donde caras amigas nos sonríen al pasar, depende de nuestra fuerza para simular.
Un
extraño sonido me hace salir del teclado, es el timbre de mi vieja
bicicleta.
8 comentarios:
En tiempos de penuria como estos que vivimos la mente se convierte en nuestra mejor aliada para sobrevivir; es capaz de otorgar a los objetos poderes especiales, como a nuestras viejas bicis estáticas, que paradójicamente nos ayudan a sentir que seguimos en movimiento, que la vida no puede parar. Gracias por tu reflexión. R.A.
Y de esa fuerza generadora vive la palabra: la Gran simulación. Simulemos sin disimulo, y que esa claridad no reste intensidad a nuestros simulacros. Un placer leerte.
Muy cierto, es simulación tan grande que en buena medida es creadora del mundo todo.
Mayor placer es que me leas.
Rocío, es curioso el asunto que destacas de los poderes especiales de los objetos. En el Japón tradicional existen una clase de demonios, de Yokais, que son los objetos cotidianos domésticos, los tsukumogami. ¿Quién sabe hasta dónde pueden aumentar su poder en momentos como estos?
Gracias por abrir el cajón.
Me ha hecho mucha gracia leerte porque, casualidades de la vida, ayer por la noche empecé a leer "Cultura y simulacro". El tema de la hiperrealidad que contaba Baudrillard me tiene intrigada y quiero entender. Supongo que la elección de las lecturas no es casual.
El caso es que ayer por la noche leía: "disimular es fingir no tener lo que se tiene. Simular es fingir tener lo que no se tiene". Así que sí, parece, como dices que simulamos el aire libre, simulamos el exterior.
La cuestión es que, como decíais antes, al simular creamos la vida hoy y simulamos ahora porque hemos vivido antes. No sé si es simular o crear.
Me ha gustado mucho tu entrada, voy a seguir leyendo a Baudrillard pero con una aportación nueva.
Un abrazo,
Robin
Simulemos, ¿qué otra cosa nos queda?
Gracias Robín.
la paradoja vendrá cuando las bicicletas con ruedas y timbres nos giren al pasado inmóvil. ¿Dudaremos de su existencia?. ¿sentiremos el vacío y la opresión igual que ahora el aire y los giros de manillar? o por el contrario, ¿seremos capaces de simular lo vivido? ya que si antes fingíamos vivir para seguir viviendo, ¿cómo viviendo fingiremos no hacerlo?.
Simular no es fingir, puede parecerlo a primera vista, pero en el simulacro hay vida, tal vez es la misma vida, y en el fingimiento hay voluntad de hacerlo, hay cierta farsa. Viviremos también, de cualquier modo.
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