1 de abril de 2020

Modos de simular


Si bien todos simulamos, y la vida misma no parece dedicarse a otro asunto, no son iguales los modos de simular. Sobre la marcha, vienen a mi cabeza dos bien diferentes:
El primero es la simulación ignorante, de quien no se sabe simulador y cree vivir enfrentado a una realidad por completo exterior. Lo real le parece pleno, macizo, como les parecía la materia a los pensadores y científicos de la Modernidad. La exterioridad permite desenvolvernos en ella, con mayor o menor éxito, hasta que de pronto llegan circunstancias como las presentes y se torna amenazante, enemiga a la cual vencer.
Caso especial dentro de la simulación ignorante es la simulación consciente, la de quienes toman conciencia de que nuestra vida y nuestro propio yo, no son sino simulacro. Sin embargo, la lucidez no pasa de tal punto, de la constatación notarial de una realidad normalmente asumida de tres maneras: bien con resignación, al modo del escepticismo que conduce a la inacción; bien con resentimiento, larvando la situación presente y la porvenir, que poco a poco se hacen cada vez más insoportables; bien con pesimismo victimista, que busca culpables de tan terrible rostro de la vida.
A diferencia de la ignorancia a secas, estos tres modos de lucidez son estériles, pues si aquella nos hace fácilmente manejables, estos impiden cualquier acción eficaz y, tal vez lo peor de todo, conducen invariablemente a la desdicha interior.
El segundo modo es la simulación lúcida, de quien ha logrado conciencia plena de su ser simulador y, junto a ella, es capaz de olvidarlo. Alguno me dirá que esto equivale al doblepensar planteado por Orwel en su 1984, y en consecuencia no es sino un autoengaño servil. No, no me refiero a dicho mecanismo, el cual sería realmente una mera simulación consciente, a la cual se añade una venda en los ojos puesta por nosotros mismos. Se trata de ir más allá del círculo vicioso y vivir el simulacro como si no lo fuese, plenamente. Vivir con la ingenuidad del ignorante y a la par sabiéndonos creadores de un mundo hueco, pero hospitalario, del único habitable por una comunidad de simuladores.
Si la simulación ignorante, en todos sus modos, es cordura, la simulación lúcida debe ser locura. Necesaria para lograr que el círculo vicioso se torne virtuoso, para lograr compartir lo simulado de manera amable, sin resentimiento, abierta a posibilidades siempre nuevas, pues tal es el futuro.

6 comentarios:

David Porcel Dieste dijo...

Tu reflexión de hoy me ha recordado al alma bella de Schiller, que es tan libre que se olvida que lo es, y al olvidarse no tiene que estar sujeto a condicionantes hipotéticos ni categóricos. Diríamos que espontáneamente actúa bien. Interesante categorización que apunta ya a una ontología de la vida.

M. A. Velasco León dijo...

Palabras de Schiller, ¡madre mía! que gran maestro. Ójala todos quisieramos volar como él lo hizo.
Gracias por abrir el cajón.

Robin de los bosques dijo...


Muy interesante tu reflexión, me gusta esa denominación que ha utilizado David de "ontología de la vida.
Lo que me preguntaba al leerlo es si simular no implica algo auténtico respecto a lo que simula y desde lo cual simular adquiere sentido.
Genial el matiz de la simulación lúcida con la locura: habitar y crear un mundo simulado abandonando la fractura, lanzándose a vivir.

M. A. Velasco León dijo...

Sí que sería auténtico Robin, porque se trata de la vida misma humana. No tanto de un algo auténtico previo que preste sentido, sino que al simular surge ese algo dador de sentido. Si quieres lo previo habría que señalar a la condición de ese peculiar tipo de realidad que somos.
Gracias por pasarte.

clara dijo...

A mí el dibujo me permite conocer y entender el mundo. Retener momentos para no olvidarlos y rememorarlos. El dibujo es la mayor simulación de ese mundo que habito y quiero. Es mi forma de vivirlo e interpretarlo. Eterna simulación que me permite respirar. Unas veces me trae la cordura y otras me la arrebata. Siempre consciente al dibujar, no quita para que la simulación me haga más real la ficción y más ficción lo real. Ahí debe de estar la clave.

M. A. Velasco León dijo...

Siempre es necesario y bienvenido el punto de vista visual para que quienes somos profesionales del pensamiento (je je je ¡que pretencioso es uno!)no volemos sin cabos que nos unan firmemente a tierra.
Gracias por ser parte clave de mi locura.