Hace poco visité una
exposición en la que varios cuadros fauvistas, de pequeño y mediano
tamaño, estaban enmarcados con un gusto barroquizante, de modo que
el marco bien se comía la obra, pues la duplicaba en tamaño, bien
la hacía brillar con sus molduras doradas, o bien generaba un
contraste tal, que la convertía en una instalación postmoderna. En
cualquier caso, el marco estorbaba la obra, impedía sus
posibilidades, desviaba su impulso hacia un trabajo inútil.
Además de en museos y
salas de exposiciones, también en casas de conocidos, e incluso de
amigos, he visto obras fuera de lugar o ahogadas por su marco. Otras
veces, menos frecuentes, un acertado gusto resaltaba piezas carentes
de gracia. Y es que el marco desluce, inhibe, convierte el oro en
chatarra, o destaca lo que, de por sí, pasaría desapercibido, lo
mediocre.
La pasada Olimpiada
Filosófica de España me ofreció un perfecto ejemplo de cómo esto
mismo sucede a nuestros alumnos. El contexto adecuado muestra un
pensamiento elaborado, una creatividad impetuosa y una capacidad
crítica que el marco escolar, desde la infantil hasta los postgrados
universitarios ahogan. El sistema educativo tiende a potenciar lo
mediocre, lo sumiso a la norma y esta siempre es conservadora,
homogeneizadora y memorística. Lo que no la alcanza, queda mejorado,
salvado en muchos casos, por el marco. Lo que la sobrepasa es
groseramente deformado para encajar en él.
Sin embargo, el marco es
necesario y la norma es conveniente. El reto consiste en ser capaces
de jugar con ella, administrarla para que no ahogue, sino ayude. Y es
lo que nuestras autoridades no quieren entender, no pueden entender,
cegados por el hábito de considerar los marcos como el índice del
valor de las obras. Mientras no aprendan a mirar, es difícil que
nuestro país llegue a tener un sistema educativo que fomente las
posibilidades de sus ciudadanos. Por muchos pactos de estado sobre la
educación que se logren -si es que acaso se logran-, sin esta nueva
mirada, no serán sino mercadeo ideológico, religioso y económico.
Hasta ahora son las iniciativas concretas de personas y asociaciones,
sin medios, sin ayudas, incluso con trabas muchas veces, las que
generan estas válvulas de escape para la creatividad y el desarrollo
humano de nuestros alumnos.