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11 de abril de 2016

Termodinámica poética II


          Tercera ley de la termodinámica:
El cero absoluto no puede alcanzarse por ningún procedimiento que conste de un número finito de pasos. Es posible acercarse indefinidamente al cero absoluto, pero nunca se puede llegar a él.
El cero absoluto es un constructo, tan necesario, como peligroso, para la termodinámica. De alcanzarse este thermo, toda dínamis desaparecería, y la materia, absolutamente inerte, precisaría la continua actuación de una fuerza venida del exterior del sistema. Encontró aquí sir Isaac la mejor muestra de la grandeza divina, su oculta mano, bajo el velo de la gravitación universal. Luego este cero parece necesitar la intervención de aquello que, justamente, es negado por la ciencia decimonónica.
El dios de Abel Martín, por contra -más próximo a la natura naturans de Benito Espinosa que a la voluntad de Schopenhauer- en lugar de sacarnos del atolladero del cero absoluto, se nos muestra como su creador, a la par que nos hace comprender lo necesario de su vacía obra. Su discípulo, Mairena, lo canta en una glosa rotunda:
Dijo Dios: brote la nada.
Y alzó su mano derecha,
hasta ocultar su mirada.
Y quedó la nada hecha.
Este gran cero, la nada, es creación necesaria para el funcionamiento del pensar humano, y, con él, de su ciencia. Cero divino que nos regala la posibilidad de aproximarnos indefinidamente al conocimiento del ser, que nunca alcanzaremos:
Fiat umbra! Brotó el pensar humano.
Y el huevo universal alzó, vacío,
ya sin color, desustanciado y frío,
lleno de niebla ingrávida, en su mano.
La ciencia pretende buscar lo real oculto tras lo aparente, pero ha de hacerlo mediante tal apariencias, por ello nunca alcanzará un final:
“Si el trabajo de la ciencia es infinito y nunca puede llegar a un término, no es porque busque una realidad que huye y se oculta tras una apariencia, sino porque lo real es apariencia infinita, una constante e inagotable posibilidad de aparecer.” Según la metafísica de Mairena.
Por tal camino, el pensar científico, homogeneizador y con una sóla lengua, la de la cantidad, nunca logrará lo que persigue. Enfrentado al pensar poético, capaz de ver, durante la claridad instantánea del relámpago, la heterogeneidad del ser, lo cualitativo del universo:
Hay dos modos de conciencia:
una es luz, y otra, paciencia.
Una estriba en alumbrar
un poquito el hondo mar;
otra, en hacer penitencia
con caña o red, y esperar
el pez, como pescador.
Dime tú: ¿Cuál es mejor?
¿Conciencia de visionario
que mira en el hondo acuario
peces vivos,
fugitivos,
que no se pueden pescar,
o esa maldita faena
de ir arrojando a la arena,
muertos, los peces del mar?

          Ley cero de la termodinámica:
La ley del "equilibrio térmico": Estado en el cual los sistemas equilibrados tienen la misma temperatura.
No sorprende que la ley cero, principio previo a las anteriores, fuera formulada con posterioridad, porque el equilibrio térmico está tan implícito en las tres primeras que, como de costumbre, pasó desapercibido a los mismos científicos.
Presupuesto necesario para la física, tanto como inútil para describir la viveza de cualquier realidad humana. Siempre huérfana y, a la par, generadora de un radical desequilibrio: entre el presente, el estado actual y el pretendido, el futuro, dando lugar al deseo, la tendencia, la acción.
Esto es la vida: continuo revés a la entropía, complejidad creciente que parece generar más energía cuanto más la traspasa a los próximos.
¿Dices que nada se crea?
No te importe, con el barro
de la tierra, haz una copa
para que beba tu hermano.
Esto el conocimiento: necesario rodeo desde la nada -recurso inevitable- hacia el ser, deteniéndonos -si queremos rozarlo- en la única objetividad que es tal: los otros. Por ello el verdadero, el que alumbra en lugar de oscurecer con sus redes, es un premio del amor.
Es el mejor de los buenos
quien sabe que en esta vida
todo es cuestión de medida:
un poco más, algo menos …


2 de abril de 2016

Termodinámica poética I

          Primera ley de la termodinámica:
La energía no puede ser creada ni destruida, sólo puede transformarse de un tipo de energía en otro. El conocido principio de conservación de la energía, el más elemental para cualquier sistema material terrestre, el de nuestra escala, el habitado por vosotros y por mi, también sistemas sujetos a esta primera ley.
Inmersos en una naturaleza continuamente cambiante, pero reversible en sus cambios, realidad constante donde todas las partes son intercambiables y pueden ser intercambiadas. Y aun con estas ventajas de la cuantificación homogeneizante, el mundo que habitamos, vosotros y yo, no parece dispuesto a adoptarlas.
¿Dices que nada se crea?
Alfarero, a tus cacharros.
Haz tu copa y no te importe
si no puedes hacer barro.
Puntualiza Machado con ingenua espontaneidad y resalta las rotundas limitaciones de esta ley, por mucho que la energía se conserve.
¿Dices que nada se pierde?
Si esta copa de cristal
se me rompe, nunca en ella
beberé, nunca jamás.
No es casual que dos obras de su heterónimo Abel Martín se titulen: De la heterogeneidad del ser y Lo universal cualitativo.

          Segunda ley de la termodinámica:
Solamente se puede realizar un trabajo mediante el paso del calor de un cuerpo con mayor temperatura a uno que tiene menor temperatura. Pues sucede que el calor pasa espontáneamente de los cuerpos calientes a los fríos hasta quedar a la misma temperatura. En la naturaleza estos procesos suceden, pero sus inversos no. luego el feliz panorama de la primera ley es drásticamente subvertido por esta segunda, que, para colmo, invita una desoladora propiedad llamada entropía: la fracción de energía de un sistema que no es posible convertir en trabajo. Se pierde, haciendo todo sistema natural tendente a la inacción, ya que sin energía no hay trabajo y a base pequeñas fracciones perdidas, es cuestión de tiempo el quedarse frio.
Esta ley implica un futuro de completa inmovilidad de todos los cuerpos isotermos. Una muerte absoluta, cuyos los cadáveres ni siquiera están fríos, ya que nada vivo puede tocarlos. Cuan diferente de la quietud dinámica descrita por Juan de Mairena, otro heterónimo de Machado y discípulo de Abel Martín:
Si con él, que todo sea
-donde sea- quieto y vivo,
el ojo en superlativo,
que mire, admire y se vea.

          Las cuatro primeras formas de la objetividad, nos dice Martín en Las cinco formas de la objetividad, son aparienciales; pretensiones de objetividad nacidas de la pobreza del pensamiento humano. Tan solo la quinta forma es realmente objetiva, pues refiere a un otro real, que ya no es objeto de conocimiento, sino de amor. El amante, nos dice, renuncia a cuanto es espejo en el amor; no busca su propia imagen reflejada en la amada, sino saciar su sed de lo esencialmente otro, la sed metafísica de lo heterogéneo. Mas el amor, única pretensión a la objetividad que alcanza su meta, es fuerza refractaria a cualquier unidad de medida; fuerza cualitativa capaz de generar trabajo de modo constante y energía siempre cinética. ¡Qué mayor refutación de este segundo principio!
...

14 de octubre de 2012

Sócrates o la estaca


Los códigos penales siempre vienen a posteriori, a remolque de los delitos que ponen en juego el statu quo social y el poder establecido.
La alternativa entre reinsertar y castigar no es otra que la alternativa entre Sócrates o la estaca, entre enseñar la virtud, es decir, educar a los ciudadanos o el tu la haces, tu la pagas. Sócrates exige inversión y preocupación por el ciudadano desde su infancia; políticas sociales y económicas que frenen la desigualdad y suplan desestructuraciones familiares. La estaca es más barata de entrada, parece más firme y justiciera, pero tiene resultados contraproducentes: una vez saldada mi deuda con la sociedad estoy en paz y puedo emprender un nuevo endeudamiento, el secreto del éxito está en que no me pillen.
Una sociedad, incluidas sus leyes, no puede apoyarse en la desigualdad de sus ciudadanos y a la par pregonarles que la felicidad se compra, porque sus desfavorecidos quedarán automáticamente tentados para lograr el dinero que se les niega. ¿Quién no va a querer ser feliz?
Lo confirman paises como Estados Unidos de América, donde la delincuencia es galopante y las cárceles están saturadas, a pesar de su estaca equipada con cadena perpetua y pena de muerte.
Los códigos no previenen la delincuencia, tan sólo permiten juzgar y castigar. Es precisa una labor educadora del estado cuya eficacia no sólo depende del dinero invertido, sino también del comportamiento de nuestros nuestros poderes, tanto de los cargos electos como de los magistrados. No lo olvidemos, los valores se aprenden ante todo mediante el ejemplo. La ley misma ha de estar regida por una igualdad distributiva real, para ser también ejemplar.

18 de abril de 2012

De todo y para dos

La dedicación de los filósofos a la política no suele acabar con resultados felices, especialmente en este país. Recordemos a Unamuno, a Ortega y Gasset o, sin ir más lejos, al anterior ministro de Educación. Sería por ingenuidad filosófica, impericia política, o por unos pies demasiado alejados de nuestro fangoso suelo, pero pretendió un pacto de estado sobre educación. La criatura resultó sacrificada sin contemplaciones desde su mismo nacimiento, como hiciera Herodes con aquellos inocentes, por la mano firme y la voz grave de una de las reinas del, entonces, mayor partido de la oposición.
Desgraciadamente, no restrinjamos privilegios a nadie ¿quién está libre de pecado contra la educación en las Españas?
La primera Iniciativa Legislativa Popular que superó con creces las 500.000 firmas requeridas, fue la de “Regulación de la financiación del sistema educativo”. Presentada en 1994 al Congreso con el aval de más de 625.000 firmas de ciudadanos. Pretendía crear una base necesaria para que nuestra educación fuera tratada con seriedad, y no como esa abuela, dispuesta a someterse a privaciones para evitar las nuestras, a la que siempre se recurre cuando hay gastos extras en la familia.
El PSOE, con mayoría parlamentaria, estuvo mareando la perdiz, impidiendo su acceso a trámite en el Congreso hasta que perdíó las elecciones. Y entonces, desde la oposición, urgió al PP para que la admitiese. Cuando al fin la propuesta del pueblo llegó al congreso, fue admitida, pero inmediatamente rechazada con los votos de PP, CIU y PNV.
Uno más, de los ataques que la educación sufre en nuestro país. No sólo desde fuera, principalmente por su estrangulamiento económico, sino también desde dentro, al faltar una visión unitaria y común de su importancia para construir un país democrático. Dos frentes que, como muestra el caso, suelen confluir.
No deja de sorprendernos la valentía y el buen hacer general, con que los profesores siguen enfrentándo tan turbulentas aguas. Como no deja de sorprendernos la buena disposición general de los alumnos.
Lo que no sabemos es cuánto más podrán aguantarlo, el agotamiento comienza a manifestarse. Y es que, como reza el ácido tango de Melingo, alumnos y profesores tienen “de todo y para dos”

16 de marzo de 2012

La lógica no engaña


Existe una jerarquía en las Fuerzas de Seguridad del Estado cuyo vértice es el Presidente del Gobierno, pasa por el Ministro de Interior, los Delegados del Gobierno, los Jefes Superiores de Policía y aterriza en los policías de a pie, incluidos los antidisturbios.
Si los agentes de la base hubieran actuado mal, bien lo hacían por propia iniciativa, bien obedecían órdenes, bien ambas cosas a la vez, (desgraciadamente, las dos pueden ser ciertas según la ley de la alternativa). La primera posibilidad es alarmante, puesto que unos agentes del orden descontrolados pueden suponer un serio peligro para el estado. La segunda, hace rodar cabezas cada vez más elevadas, pudiendo llegar a la del Ministro o a la cúspide de la pirámide. La tercera muestra un desbarajuste tan considerable, que no permite hablar de un estado democrático. La solución por la que se ha optado es suprimir la alternativa, declarando correcta la actuación de la policía.
No existen elementos para incoar actuaciones contra ningún miembro de la policía ha declarado el Ministro de Interior basándose en la investigación abierta por la Delegación del Gobierno en Valencia. Más aún, habla de intachable actuación de la policía, aguantando estoicamente agresiones verbales, amenazas, injurias y calumnias susceptibles de sanciones penales, con un especial esfuerzo de contención.
Sin embargo, son tantos y tan rotundos los vídeos colgados en la red (me quedo con el de un alumno con aire ingenuo al que un policía, por las buenas, arrea un sopapo traicionero que le tira las gafas) que sus palabras se deshacen ante los hechos.
El razonamiento del Ministro se concentra en tres argumentos: la manifestación no se había comunicado a la Delegación del Gobierno; estorbaban el derecho de libre circulación de otros ciudadanos; los agentes se defendieron ante agresiones y amenazas de elementos radicales.
El primero de los argumentos trata de justificar una actuación policial que generó maltrato, vejaciones y agresiones (es decir, que se saltó la legalidad), en el hecho de que los manifestantes vulneraron la ley al no comunicar la manifestación. El segundo argumento hace lo mismo, al querer salvaguardar los derechos de unos, a circular, a costa de los de otros, a ser tratados conforme a la ley. Equivale a: "hay que respetar la ley, por eso ha estado bien que los policías se la saltaran". Ambos argumentos incurren en una falacia de afirmación y negación simultanea.
El tercero justifica la actuación policial porque es respuesta proporcionada ante elementos radicales. Viene a decir que si hay una pelea es porque tu siempre empiezas primero. Se trata de una mezcla del sofisma ad hominen ("como sois radicales nada de lo que hagais está bien, sois culpables de entrada") y del tu quoque ("no me puedes criticar porque tu haces lo mismo"). De otro modo, "como hubo agresiones hacia la policía, esta puede agredir".
Se trata, en resumen, de una argumentación engañosa, poblada de falacias y ambigüedades, y es que la lógica no engaña. Recuerda demasiado los argumentos vertidos para justificar nuestra guerra civil y el tipo de estado a que dio lugar, una dictadura. Si hubo delitos, que se investiguen con toda la contundencia de nuestras instituciones y se actue contra ellos según derecho. Pero el delito nunca justificará el incumplimiento de la ley por parte del estado, si este quiere ser un estado democrático.
La verdad no es tal porque la diga el ministro responsable del uso de la violencia legítima, sería otro sofisma, ad baculum ("la verdad es esta, acéptala porque tienes las de perder"). No caigamos tampoco en argumentaciones circulares.