Decía
Felipe Camino Galicia de la Rosa, conocido como León Felipe, que
“los grandes poetas no tienen biografía, tienen destino” No es
casual que el comienzo de Ganarás la luz se abra con el poema
titulado biografía, poesía y destino:
El
poeta cuenta la vida primero a los hombres;
después,
cuando los hombres duermen, a los pájaros;
más
tarde, cuando los pájaros se van, se la cuenta a los árboles...
luego
pasa el Viento y un murmullo de frondas.
Todo
lo cual se puede traducir también de esta manera:
lo
que cuento a los hombres está lleno de orgullo;
lo
que cuento a los pájaros de música;
lo
que cuento a los árboles de llanto.
Y
todo es una canción compuesta para el Viento,
de
la cual, después, este desmemoriado y único espectador
apenas
podrá recordar unas palabras.
Pero
estas palabras que recuerde son las que no olvidan nunca las piedras.
Lo
que cuenta el poeta a las piedras está lleno de eternidad.
Y
ésta es la canción del Destino, que tampoco olvidan las estrellas.
Tampoco
debe ser casual que nadie en la escuela, ni en el bachillerato, nos
lo mencionara, siquiera de pasada. Su destino resultaba demasiado
humano, demasiado alejado de cuadrículas ideológicas, demasiado
libre, tanto para la dictadura como para los políticos de nuestra modélica transición. He comprobado que hoy su presencia en
temarios educativos y libros de texto, resulta tan escasa como
inexacta, reduciéndolo a la categoría de autor segundón de la
Generación del 27, lo cual me parece, desde cualquier ángulo,
insostenible. Dos poemas cantados, Vencidos, por Serrat, y
Como tu, por Paco Ibañez, me lo dieron a conocer y animaron a
leerlo. Mérito no
le falta para ocupar el puesto que le corresponde entre los grandes
poetas del siglo veinte. Aunque tal vez sea otro su destino, tan
lleno de amargura, que no logra doblegar su voz y, precisamente por
ello, le impide callar, cerca de cincuenta años tras su muerte. Leedlo, y juzgad vosotros mismos.