Me ha dado pena ver al pobre Augusto
traído y llevado de cualquier manera. ¡Todo un emperador! y ni una
mala protección, ni un mullido, empotrado en el aristado metal con
unas cinchas que lo mismo han sujetado antes chatarra y sujetarán
luego quién sabe qué.
He visto enjaulados, con el indefenso
emperador, nuestro presente y nuestro futuro:
la idea de cives romano, ese
invento del derecho (que desmarcó progresivamente lo jurídico de lo
religioso y lo moral) que nos hizo sujeto de leyes , de cuyo
cumplimiento se ha de responder ordenadamente;
el arte y la historia, inútiles
reliquias decorativas, de las que se dispone según interés al
servicio de la economía dominante;
las humanidades, la filosofía con
ellas, resignadas ante la dejación racional, obligada, que pretenden
imponernos;
la tradición occidental, con todo su
mal de androcentrismo, eurocentrismo y esencialismo, pero con todo su
bien capaz de conocer sus errores y tratar de superarlos, planteando
los ideales de dignidad, igualdad y respeto, concretados en los
derechos humanos.
Y la he visto arrastrada por sí misma,
en la figura de los oscuros hijos que ha alumbrado, dispuestos a
terminar con sus gemelos opuestos.
El único consuelo me lo ha ofrecido la
empresa de la grúa que lo traslada, se llama “da Vinci” y emplea
como logo el hombre de Vitruvio. ¿quién dice que las humanidades no
sirven para nada?