Estamos preparados para procesar los sonidos exteriores, mejor dicho, los que llegan a través de las orejas. Gracias a ellas, que son dos y están opuestas, localizamos fácilmente dirección, sentido y distancia de cuanto las impacta.
Bien distinto sucede cuando el sonido llega a través de los huesos y la piel: inquietante, misterioso y ubicuo; desconocido su origen.
Los sonidos que recibo tumbado en la playa, mis ojos cerrados, mi cabeza apoyada en la arena, son de este segundo grupo.
Me aíslan del mundo y me pegan a la tierra.
Son música para mi vientre.
Malos testigos son para los hombres los ojos y los oídos cuando tienen almas bárbaras. Heráclito
2 comentarios:
Muy bien traída la referencia a Heráclito, confirmada por una física cuántica que se pregunta por qué llamamos realidad al ridículo 4 por ciento del mundo que percibimos por los sentidos. Quizá, después de todo, convenga mantener los ojos bien cerrados. Un abrazo
Bien cerrados, sí. Esperando que unas yeguas nos conduzcan a la morada de la diosa. O resignados, como el de Koenisberg, a ignorar por siempre la realidad en sí.
Un abrazo.
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