23 de febrero de 2014

Las trampas del tiempo


El dolor ante lo pasado, ante nuestro pasado, suele resultar frecuente, y también que ese dolor sea arrepentimiento. Este fenómeno recurrente que atenaza nuestra vida hunde su raíz en la cualidad temporal de cada uno de nuestros actos: su carácter primúltimo. Toda acción que llevamos a cabo es, forzosamente, primera y última. Todo instante, nos recuerda Vladimir Jankélévitch empleando un neologismo, es semelfáctico. Cada instante es un hapax. Dos adverbios temporales, "semel" en latín y "hapax" en griego, que señalan una sola vez.
Mas si todo acto humano es así, ¿cuál es el elemento incurable por la acción del tiempo? ¿Qué se ha añadido al devenir para generar el remordimiento?
No se trata de la acción libre de la cual yo soy autor. Ni la cosa hecha que tal acción generó, la cual a veces se puede reparar, y siempre es desgastada por el envejecimiento. Es el hecho mismo de la acción la causa de todo dolor, porque el haber hecho resulta irrevocable y cada instante es un hapax sin marcha atrás posible.
Y este es el mecanismo que opera en esta trampa del tiempo, o de nuestra conciencia temporal.

2 comentarios:

David Porcel Dieste dijo...

Interesante reflexión. Siempre he visto en el carácter irrepetible de cada momento, de cada acción, lo que hace que la vida -mi vida- adquiera un valor supremo. Si fuéramos eternos, no sentiríamos seguramente remordimiento ni nostalgia, pero tampoco esperanza ni deseo. Siempre he pensado que la eternidad supondría el anquilosamiento de la vida. De hecho, la eternidad es la abolición del tiempo. Saludos

M. A. Velasco León dijo...

Gracias, David. Jankélévitch tiene interesantísimas reflexiones sobre el transcurrir temporal y vital en la línea que señalas. Te invito a leer, por ejemplo "La muerte"
Salud