El
brillo de una pulida calva atrajo mi mirada, gafas
rectangulares, cuello alto, maqueado como de costumbre, estaba tomando un
vino de naranja en el ambigú. Pedí lo mismo y me acerqué con
intención de entablar conversación, ¡no podía dejar pasar la
ocasión!
Hablamos
del poder, no podía ser de otro modo, de su tentacular polimorfismo
y de lo bien plasmado que estaba en la película. Ese oscuro tejido
cubierto del polvo gris de cuarenta años de dictadura. Es cierto que
la precedía largamente, pero también que su aspecto resultaba más
mugriento tras ella. así en las relaciones hiladas a las orillas del
Guadalquivir, tan castigadas por el rostro más identificable del
poder, el de la fuerza bruta que sustentó la nueva autoridad,
mercenaria y fascista, venida desde África.
-¡Un
par de vinos más! por favor.
Y
del poder pequeño, instalado en lo cotidiano: del miedo de las mujeres a
sus propios maridos, que las lleva a mantener en secreto la declaración a los
policías, pues sospechan de quienes comparten casa y cama con
ellas.
Animados
por otros dos vinos más hablamos del pueblo, sus tierras, ¡tan hermosas
desde el aire! y de los oscuros vínculos tejidos en ellas por los
señoritos de siempre; de nuevos señoritos que compran las cosechas
producidas por el sudor ajeno a un precio abusivo, seguros de que será
aceptado como último asidero para seguir malviviendo por quienes les
odian y reverencian a la vez.
También
de esos nuevos dominadores, que nacen a su sombra, como esas plantas
que se aprovechan del manto preparado por los árboles; vampiros
de la necesidad ajena, hija de la falta de horizontes y del deseo de
escapar hacia una nueva vida. Explotadores sexuales de jóvenes
ingenuas, que son el desencadenante de la trama de la película.
De
quienes tratan de salir del juego mercando con drogas y construyen un nuevo círculo
que, inevitablemente, forma intersecciones con los otros juegos de poder:
guardia civil, policía, señoritos, intermediarios y proxenetas
chantajistas.
Terciopelo
Azul y sobre todo Twin Peaks desfilaron ante las pupilas
de nuestra memoria.
¡Que grande Lynch! exclamamos, y pedimos otras
dos copitas de vino de naranja.
Discutimos sobre si el pájaro y el
caballo eran más lynchianos o europeos, tirando a Buñuel; si el
peinado del policía reciclado de la político-social era demasiado
tópico o si lo perdonábamos por lo bien que le sentaba.
Alzamos
las espadas porque la persecución nocturna por los canales entre el
chrysler del policía y el dyane 6 del asesino para mí fue una
pequeña maravilla, mas para él nada tenía que hacer ante las
persecuciones de coches que rueda Hollywood. Así que pedimos otros
dos y brindamos por las fidelidades y traiciones de la pareja de
policías. Uno mujeriego, mentiroso, facha engominado y heredero del
hacer de la dictadura. El otro, ejemplo de los nuevos modos, ha
pactado con la prensa amarilla y se ha mostrado brutal al tratar con
sospechosos. Los dos llevan un bigote muy parecido.
Otro
vino más y la isla comenzó a transformarse en barco mínimo.
2 comentarios:
¡ Una tranquilidad comprobar que el Cajón no ha cerrado!…
Foucault desenmascara los subterfugios del poder que logran "aborregarnos" con nuestra aquiescencia tonta.
En "La Isla Mínima" acaso el poder más ominosos es aquel inapreciable; como bien señalas: el pánico de la esposa, el servilismo abyecto de los gañanes; el autoritarismo de los guardias civiles; otrora pueblerinos sin futuro trasmutados por el uniforme que los encumbra en gestores del orden que los desprecia… Mas el poder, el omnímodo, que nada amenaza es el que permanece indemne: el que se perpetúa en el cortijo del cacique; que sigue ahí incólume como faro del orden establecido; el que se gesta en la connivencia del poli"progre" al romper las fotos; el que se reproduce en el "status quo": el villorrio, las vidas que quedan allí apresadas; - elocuente el plano final de los jornaleros doblados sobre la tierra que nunca será suya-. El auténtico poder ya no se apercibe porque la revolución quedó en un breve sueño llamado República...
Un saludo amigo
Certeras precisiones, don Francisco. De la película me quedo no con las imágenes aéreas, impresionantes y dignas del "Nacional Geografis", sino algunas como la que señalas de los jornaleros, de los guardias civiles y de los traficantes de drogas. Amén de esa delicada y entrañable persecución del dyane 6 (me emocionó). Y en cuanto al poder propongo la esperanza no de que desaparezca, lo cual es imposible, sino de que sea fructífero para todo humano en el enredado. Y que no se me malinterprete.
Salud y un abrazo
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