8 de abril de 2014

Sobre todo, la vida

 



En días de sol el campo de Gurs, el que más tiempo permaneció abierto en Francia, resulta perversamente hermoso, incluso su cementerio, donde reposan más de mil recuerdos humanos.
Pero hoy he visitado este campo bajo una incesante lluvia, charcos insalvables y un suelo blando donde mis tobillos tocaban el agua y el barro se pegaba al pantalón. He imaginado cercana la muerte, con manos húmedas y frías, vigilando en la noche. La angustia y el dolor han mojado mi cara, bajo un cielo sin esperanza. Y he pensado, sobre todo, en la vida. Hubo parejas que se enamoraron en Gurs, niños que jugaban en Gurs y otros que allí nacieron. Hubo poetas y pintores, músicos y un coro, quienes estuvieron dispuestos a enseñar y a aprender en Gurs.
La vieja diferencia entre bíos y zoe, magistralmente interpretada por Jankélévitch, teje extrañas telas en nuestra especie. Zoe, el aspecto biológico, la animalidad del estar vivo, no plantea diferencias entre lo modos de vida, entre una suerte y otra. En cambio bíos, la vida que a uno le toca en suerte, sienta las diferencias entre unos y otros vivientes humanos.
A primera vista, el deseo de seguir vivo aun en las más adversas situaciones, parece obra de nuestra biología. Considerado con más calma, la vida que seguía abriéndose paso con fuerza en las más de 60.000 personas que sufrieron en Gurs, no era la sóla consecuencia de un impulso biológico, como el de esos animales agonizantes que siguen defendiéndose o huyendo. No se trata de sobrevivir, ciegamente, sino que el deseo vital brota fundido con nuestra biografía. En todas partes la vida humana es hija de las razones para vivirla y ello explica su hermoso florecimiento en lugares de futuro incierto. Explica también cómo la falta de razones, el vacío de la biografía, extingue el deseo y acaba con el ser viviente.

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