Suelen ser agradables las
noches de lluvia, y aunque la tormenta furiosa nos despierte, cerrar
las ventanas, comprobar que el agua no cala nuestra tienda de campaña
y la tibieza de una manta, vuelven a traernos resguardo y sueño.
De mañana la lluvia
puede interrumpir, desbaratar planes, ser saludada o detestada
acelerando el paso, pero no logra borrarnos la alegría. Lluvia que
se abre al sol, aunque no se asome tras ella.
La lluvia de tarde se
cierra siempre, y si el sol brilla tras un chaparrón, no es capaz de
secar el alma, empapada para el resto del día.
Las tardes de lluvia
huelen a niñez, pueblo y tristeza.
5 comentarios:
"Las tardes de lluvia huelen a niñez, pueblo y tristeza." De nuevo, el olfato como sentido que nos devuelve a la humedad de la hierba, y de las cosas. Todo un renacimiento. Gracias por tus palabras.
Renacimiento.
Todos necesitaomos renacimientos, continuamente.
Renacer tras las tormentas y aún mejor, durante las tormentas.
¡Felices los renacidos!
Gracias a ti, David
Y tu reflexión también me lleva a otra vía nerviosa: https://viasnerviosas.blogspot.com/2020/06/cara-b-el-milagro-otra-vez-va-ocurrir.html
Qué bonita entreda, Miguel Ángel. Me gusta mucho como miras con detenimiento a las formas en que la lluvia alguna manera nos desnuda emocionalmente. Parece que la lluvia nos limpiara de artificios.
Me sumo a lo que dice David sobre el olor como lo que nos lleva de lleno a las cosas, pero más aún a los sentimientos.
Qué potente cordón umbilical con el pasado, el olfato. Cuando los sentimientos parecían desvanecidos un olor puede traerlos de pleno... "niñez, pueblo y tristeza"
Sí, el olfato es más importante de lo que pensamos, sobre todo en los envolvimientos afectivos desde la infancia primera y hasta el final, sospecho.
La lluvia siempre ejerce gran atractivo a los que somos de secano. Serán los opuestos.
Tengo en mente trabajar sobre el olfato y algún otro sentido olvidado.
Gracias por tus palabras.
Publicar un comentario