Nuestra
especie adapta el medio no
ya a sus necesidades
sino a sus fantasías.
El hombre se podría
definir como el viviente
práxico y puede ser
práxico porque es un
animal hermenéutico y a
su vez es animal
hermenéutico (o sea,
animal capaz de
interpretar) porque es
capaz de construir sistemas
de referencia indefinidamente,
que constituyen el
fundamento de su razón
… Luis Cencillo
Si
mito significa relato,
narración, y logos
palabra, conversación, si ambos se refieren al habla y la
consiguiente narratividad humana, ¿cómo va a existir oposición
entre ellos? Si señalan construcciones hermanas, hijas ambas de la
misma capacidad específica: el lenguaje.
La
realidad cobra forma para nosotros, del mismo modo que también la
cobra el propio humano, porque el lenguaje es, ante todo, constructor
de nuestra realidad y de nosotros mismos. Por lo cual, definirlo como
un sistema de signos o como un vehículo de expresión y
comunicación, resulta una simplificación grotesca. Claro que el
lenguaje da lugar a sistemas sígnicos, a lenguas (o idiomas) que
permiten articular la expresión para un grupo humano concreto, pero
ante todo construye al humano mismo y lo que éste considera real. En
tal sentido podemos considerarlo la mediación entre nuestra especie
y su entorno.
Filogenéticamente,
cuando una constelación
de estímulos,
diferenciada
de
otras
y
repetida varias veces,
resultó investida simbólicamente, surgió el significado por
primera vez para el humano, y con él surgió el mismo humano. Sin
duda este fue el momento fundacional de nuestra especie, en el cual
aparecen por primera vez tanto el objeto como una incipiente lengua,
ambas gracias al primer uso de esa singular capacidad a la cual
llamamos lenguaje. Traspasado
el
umbral,
la
acción humana -la praxis-
se
hizo
construcción
de cultura
en
una
progresión
exponenciada,
cuya
meta
no
es
otra
que
construir
un
mundo. Un lugar donde
surge
el
sentido,
tanto
del
constructor
como
de
lo
construido
y
de
la
propia
labor
de
construir,
dialécticamente
entremezclados
los
tres. Tomando la expresión
de Cencillo, se trata de dar raíz a
la
intimidad
desfondada
que
somos.
Al
aumentar las agrupaciones de estímulos colonizadas por la palabra
estas fueron, a su vez, constelándose entre sí para dar lugar a una
totalidad. En cualquier lengua un sonido que compone una palabra, una
palabra, una expresión o una frase, son imposibles aisladamente, el
todo lógico-sintáctico y semántico está gravitando en cada una de
ellas. De otro modo resultaría imposible el proceso de la
significación y, en consecuencia, el de la construcción de
cualquier relato con sentido. Comenzamos a ver por qué los relatos
míticos eran inevitables, puesto que al aparecer el significado,
necesita estar organizado en un todo presente para la conciencia del
humano, la cual ascendió a un nivel imposible para el resto de los
seres que permanecieron presos de la inmediatez de los estímulos.
No
es un disparate suponer que el mito, siempre ligado a la acción
ritual, es tan antiguo como las más antiguas lenguas humanas.
2 comentarios:
Estupenda entrada. Aportas muchas ideas sugerentes sobre uno de los grandes problemas de la filosofía. Estaremos atentos a tus conclusiones. Gracias por compartirlas.
No se si habrá grandes conclusiones, seguramente no, pero seguiremos avanzando. Gracias a tí por prestarme atención.
Salud
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