6 de mayo de 2019

Horizontes

Para Paco, mi amigo. 

Cómo enfrentar el futuro incierto, cuando el cielo es tan sucio que ni siquiera somos capaces de imaginar el sol.
Caminamos siempre en la ignorancia del futuro, pero también en su confianza y cuando ésta se trunca el camino no es difícil, sino perdido. Nuestros pasos se tornan movimiento mecánico, pesado las más de las veces, absurdo a ratos y sin fuerzas de continuo. Los músculos no hacen más que cumplir, sin saberlo, los mandatos nacidos del fondo de nuestro ser, fuente de toda fuerza. Un fondo ausente, que nos vamos modelando sobre el torno del pasado con barro tierno del mañana.
¿Qué podemos construir si, un mal día, el barro se nos vuelve agua sucia?
¿Cómo avanzaremos si perdemos el horizonte? Si la fría luz de la consciencia se hace carne y lo derriba, ¡en un instante! Como el relámpago que muestra un abismo a nuestros pies cuando nos creíamos seguros.
El horizonte perdido no regresa jamás, pero seríamos necios amando lo perdido, porque amar siempre es presente, deseo naciente, sed de futuro. Amamos la vida y la estación de los amores viene y va renovando lo que ahora parece lejano, apagado, inalcanzable.
Los horizontes perdidos dan paso a otros nuevos, instantáneamente renovados con la fuerza del amor a la vida. Y el reverso del dolor aumenta nuestra dicha al alumbrar la nueva intensidad del tiempo, que pone un barro más puro, más moldeable, en nuestras manos.
Los deseos no envejecen a pesar de la edad o de las dificultades, más bien crecen, y con ellos la carne consciente, cuya herida creíamos la más cruel ladrona, se nos revela de pronto maestra: bebe el sabor de cada nuevo encuentro, unge tu cuerpo con el gozo del instante, de cada instante, y nunca sucumbas al letargo que los deja escapar.
El sol de la tarde alarga las sombras, y su burlona huida despierta el gusano de la desesperanza, la sospecha de que nuestros pasos son inútiles para alcanzarlas. Mas así es la vida del hombre, deseo perpetuo de sombras, y mientras haya deseo habrá futuro, habrá vida.


5 comentarios:

David Porcel Dieste dijo...

Muy emotiva y sabia dedicatoria. Se habla de las creencias como soporte de la vida cuando de la vida también forma parte ese verse "suspendido" en el abismo. Un instante debe bastar para que todas las ficciones salen por los aires. Resuena el "nunca más" de Poe, que vuelve sobre nosotros, una y otra vez. Mientras, sigamos deseando. Ánimo y abrazos

M. A. Velasco León dijo...

Así es David, suspendidos siempre sobre el abismo, todos sin excepción, aunque sea más cómodo el no tomar conciencia de ello.
Deseo, paso a paso así hemos de cosntruir la vida.
un abrazo.

David Porcel Dieste dijo...

Es verdad, y de ahí lo esperanzador de la entrada. La vida acaba abriéndose paso, aunque para ello haya que renunciar a horizontes. Se abre paso hasta que el deseo (ímpetu) cesa. No sé si hay mucho más.

David Porcel Dieste dijo...

"salten por los aires."

M. A. Velasco León dijo...

¡Salten!