La
Constitución Española de 1931, la de nuestra Segunda República,
sigue siendo más avanzada que la presente. Y con avanzada quiero
decir preocupada por todos los ciudadanos de nuestro país,
inclusiva, buscadora de la justicia, más racional y con un proyecto
de futuro. Como muestra, tomo el Artículo 48:
El
servicio de la cultura es atribución esencial del Estado, y lo
prestará mediante instituciones educativas enlazadas por el sistema
de la escuela unificada.
La enseñanza primaria será
gratuita y obligatoria.
Los maestros, profesores y
catedráticos de la enseñanza oficial son funcionarios públicos. La
libertad de cátedra queda reconocida y garantizada.
La República legislará en el
sentido de facilitar a los españoles económicamente necesitados el
acceso a todos los grados de enseñanza, a fin de que no se halle
condicionado más que por la aptitud y la vocación.
La enseñanza será laica,
hará del trabajo el eje de su actividad metodológica y se inspirará
en ideales de solidaridad humana.
Se reconoce a las Iglesias el
derecho, sujeto a inspección del Estado, de enseñar sus respectivas
doctrinas en sus propios establecimientos.
Artículo
que -seguiré diciéndolo una y mil veces- no fue papel mojado, sino
que se llevó a la práctica. Y se hizo en un contexto de crisis
económica indudablemente más grave que la presente. Los políticos
de la Segunda República española entendieron que preocuparse por
sus ciudadanos, que facilitar su vida y su futuro, exigía invertir
dinero en educación, en vez de recortar en ella.
Entre
1931 y 1933 se crean 2.036 secciones o clases de enseñanza primaria.
Pero, más importante aún, se dignificó la carrera docente creando
unos estudios universitarios específicos, las Escuelas
Normales, a las que nadie podía
acceder sin haber cursado bachillerato. Además, en buena parte de
las escuelas de primaria había una cantina y un ropero, porque los
niños necesitaban comer y vestir sin harapos. Nuestro país pasó de
escolarizar al 58,8% de su población en edad correspondiente a
escolarizar al 65,6% en los dos años que van de 1931 a 1933, y logró
aumentar la escolarización de las niñas en 14 puntos porcentuales.
En la
enseñanza secundaria se pasó de 21
Institutos
Elementales de Segunda Enseñanza
con 177 profesores, en el año 1931, a 56 centros con 701 profesores,
en 1934. Asímismo se pasó de 80 Institutos
Nacionales de Segunda Enseñanza
con 1.721 profesores, a 111 institutos con 2.739 profesores en el año
1934. El aumento de profesores es muy superior al de centros, lo cual
quiere decir que se desmasificaron las aulas de secundaria.
Son
dignos de recuerdo los ministros
de Instrucción Pública,
de los primeros gobiernos de Manuel Azaña: Marcelino Domingo Sanjuán
y Fernando de los Ríos Urruti. Pero también el gobierno entero, que
prefirió gastar en educación a pesar de la penuria económica que
sufría nuestro país. Aquellos hombres fueron gobernantes, fueron
políticos y fueron personas, lo cual es difícilmente predicable de
quienes han ocupado y de quienes ocupan cargos equivalentes en
nuestro presente. Ello es más que suficiente tanto para seguir
recordando, agradeciendo y dando a conocer lo que nuestro país pudo
ser, como para denunciar a quiénes lo impidieron y a sus herederos.
2 comentarios:
¡ 14 de Abril vive !…
Cada 14 de Abril es un recordatorio del sueño malogrado; una llamada de atención para no perdonar a los que aún continúan impunes; y una denuncia de los nietos, de los herederos, que han construido su privilegio sobre el oprobio y el latrocinio elevado a la categoría de institución de gobierno durante más de cuarenta años, y que hoy se dicen demócratas y defensores del estado de derecho con la desfachatez propia de su calaña…
. Leánse por favor de Francisco Salgado Araujo: "Mis conversaciones privadas con Franco"; imprescindible para comprender la magnitud del saqueo franquista.
¡¡SALUD Y REPÚBLICA !!
La familia es lo que tiene, que si les da por escribir libros los trapos sucios salen a la luz por sorpresa.
Gracias, Anónimo, por su entusiasta comentario.
Publicar un comentario