Erich Fromm en su obra
¿Tener o ser? contrapone dos modos de existencia: el del
tener, es decir, el poseer que otorga valor a los hombres según sus
bienes -tanto tienes, tanto vales- y el del ser, es decir, las
experiencias vitales y nuestro modo de enfrentarlas, ya que es así
como somos y nos hacemos. El segundo no se reduce al plano de los
objetos, sino que es más rico, poliédrico y, en consecuencia, más
complejo de explicar y entender.
Aplicada la oposición
al terreno del conocer humano, topamos con la diferencia entre tener
conocimientos y conocer. El primero se queda en la
superficie, es simple acúmulo de datos, información de la cual no
sacamos provecho vital, pues somos incapaces de conectar y extraer
consecuencias. El segundo va a los adentros, la información es aguja
que penetra en nuestros tejidos provocando asimilación personal,
repercutiendo en lo que somos, en la construcción de nuestra vida.
Fromm no estaría en desacuerdo si digo que tener conocimientos
no excluye forzosamente conocer, sino que, habitualmente, es
un paso previo y necesario para que se produzca.
Hoy internet estorba el
conocer tanto como puede
favorecerlo, como en otras épocas lo han hecho las bibliotecas y sus
medios de comunicación vigentes. Sin embargo, está cambiando el
modo de tener conocimientos, y lo antes expuesto no
describe los nuevos mecanismos mentales generados. Google y la
wikipedia, han asesinado a los tontos de salón, a las memorias de
elefante, y se han convertido en los nuevos depositarios de unos
datos siempre a mano. Extensión virtual de nuestra memoria, la de
cada uno, y a la par una suerte de memoria externa colectiva. Este
hecho nos convierte en ciborgs, cuya memoria va instalada en el
bolsillo donde se encuentra el teléfono inteligente (el smartphone,
según la asfixiante moda anglicista).
Pero, ¿qué sucederá
si tal acceso se restringe? Una avería prolongada, un lugar al que
no llega la cobertura, o, más allá de lo transitorio, la censura y
el encarecimiento del acceso a la red. Supondrían una drástica
merma de nuestras capacidades, puesto que la falta de uso de nuestra
memoria biológica, implica su atrofia. En consecuencia,
presenciaríamos una vuelta al elitismo del tener conocimientos
y con él una nueva división según la posición socioeconómica.
En su momento las
bibliotecas eran inaccesibles para la mayoría, hoy están en desuso
frente a la red, pero un giro mercantilista en la red puede completar
la vuelta de las aguas a su cauce tras el espejismo de los estados
del bienestar (por otra parte, insostenibles para el conjunto del
planeta). Vivimos tiempos de involución ante los que nos mantenemos
incrédulos, desubicados y añorantes. Va siendo hora de conocer
el presente.
3 comentarios:
Siempre me ha resultado inquietante la idea mesiánica de la interconectividad total. Ya hay filósofos que a comienzos del siglo pasado apuntan a ella y muestran su lado oscuro. Ahora ha pasado el tiempo y ya casi hay que buscar su lado luminoso. Indudablemente, las tecnologías nos sirven de soporte y de muleta en muchas ocasiones, pero no por ello debemos renunciar a caminar sin muletas. ¿Cuál es el precio de dejar que nos conviertan en cyborgs? Se piensa en las nuevas posibilidades que dicha conversión nos ofrece, y ya hay quienes pagan auténticas millonadas, pero no en lo que desaloja el ejercicio de dichas posibilidades.
Gracias por tan sugerente entrada
Seguimos, por desgracia, cegados por el brillo de lo nuevo. Deslumbrados, incluso, con frecuencia ante los nuevos juguetes que ponen en nuestras manos. No nos detenemos a pensar su precio, su ámplio y diversificado precio. No gozamos de esos regalos gratis y menos todavía cuando se hayan convertido en imprescindibles.
Gracias por tus acertados comentarios.
Exacto. Dos lecturas que ahondan en lo dicho: Arte y técnica (Lewis Mumford) y Abejas de cristal (Ernst Jünger) Ambas auténticas joyas que siguen manteniendo todo su valor
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