Cuando
era joven y regresaba a mi pueblo, por la hoy carretera vieja, al comenzar las cerradas curvas que descienden hasta el valle, aparecía
recortada contra el azul la silueta del Isasa conteniendo al
castillo. Justo entonces, me agitaba por dentro, desde el fondo, y lo
siguo haciendo, aunque con menor intensidad.
Cada
vez con más frecuencia los paseos me descubren paisajes de mi
infancia maltratados o borrados por un afán estúpido de novedad y
por insensatez municipal entregada a obras electoralistas y proyectos
pequeñofaraónicos; megalomanía de nuevo rico y tapado beneficio
para oscuros intereses. Una bestia invisible muerde entonces mis
entrañas a traición y parece llevarse en sus fauces una pequeña parte de mi;
carne desnuda, sin piel siquiera, de los pasillos del alma. El
encuentro ameno que nos hace habitable el espacio, se torna erial de
tránsito, enlace vacío entre dos puntos, y el paseo se convierte en
paso.
No
es nostalgia del ayer, aunque su asuencia la despierte. La vida es
cambio, pero el cambio requiere permanencia, y no tomamos conciencia
del papel jugado por nuestros lugares en la construcción de lo que
somos, hasta que alguien -humano, tiempo o destino- los arranca de
improviso. Lugares tan poblados de personas como de objetos, de
sonidos, aromas y sabores, necesarios para mantener nuestra
identidad a lo largo del continuo paseo que es la vida. Su ausencia
repentina parece convertir este paseo en un simple paso entre
nacimiento y muerte, recorrido por un extraño.
7 comentarios:
Hermosa reflexión. David
Espacios constituyentes de nuestra ser, espacios poblados. En cambio los despoblados son meros lugares de paso.
Gracias David y
salud
Una prosa que deleita es la tuya Miguel Ángel. Cada vez estoy más convencido de que se pasea como se vive y se vive como se pasea. Pues si en el pasear hay mística, mística es la vida o, si en la vida hay pasión, se pasea apasionadamente. Celebro tu maestría en el pasear.
Muchas gracias Enrique y ... sigamos el paseo.
Miguel Ángel, qué importante reparar en el paisaje, el interior también. y lo haces aquí con una prosa espléndida, con matices poéticos, que dejan un gran sabor de boca.
Un abrazo.
Estas palabras salidas de la boca de un maestro me animan y reconfortan.
Gracias Manuel.
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