9 de junio de 2012

olvídate de mí


Tengo tantas películas pendientes de ver que no siempre acierto. Anoche me decidí por una de ellas, Eternal Sunshine of the Spotless Mind (Eterno resplandor de una mente sin recuerdos), Olvídate de mi, la titularon en España. Me habían hablado de su carga filosófica y de la original historia de amor que narra.
La idea que articula el guión es buena y puede dar mucho de sí, el viejo tema de la memoria. Los recuerdos conforman y condicionan las relaciones humanas, en la película el amor entre una pareja. Si tales recuerdos desaparecen, la relación pierde su base y sus miembros devienen desconocidos. Sin embargo, y aquí está la aportación original, tomar conciencia de la desaparición de los recuerdos, otorga una fuerza sorprendente a los que todavía permanecen. Hasta el punto de luchar por evitar su borrado, generando bucles en la propia mente para esconder el recuerdo de lo vivido.

El inicio es prometedor, una historia de amor truncada cuando uno de los miembros de la pareja acude a la clínica de un doctor que borra de tu mente los recuerdos relacionados con lo que quieras olvidar. Pero en el desarrollo, la reconstrucción de la historia de amor entre los protagonistas, la película se pierde. Abusa continuamente de la analepsis (esas secuencias retrospectivas incrustadas en las del presente) y lo hace tratando de imitar la maestría de Lynch. Nos guste o no, pero Lynch sabe hacerlo; el resultado de olvídate de mí, en cambio, resulta monótono, carente de originalidad y soporífero. La historia de amor narrada no me interesa lo más mínimo, se reduce a una tortuosa relación, sin mucha verosimilitud, entre una histérica ciclotímica e inmadura y un simplón miedoso, con tendencias infantiles.
El guión de Charlie Kaufman no logra el nivel de su estupendo Cómo ser John Malkovich.
Los protagonistas son Kate Winslet, que realiza una buena interpretación y Jim Carrey, incapaz de estar a la altura.

La identidad personal, la que nos otorga toda relación con un prójimo, sustentada en la memoria y la posibilidad de mantenerla o eliminarla, es decir, de reconstruir nuestra propia identidad. Desde la acción externa (los técnicos que borran el recuerdo) y desde la interna (la respuesta del sujeto al tomar conciencia de la supresión), pueden dar juego a una sugerente mezcla de cibertecnología y psicología profunda, Philip K. Dick y Sigmund Freud. Temas apasionantes que la película deja escapar y los reduce a una tragicomedia romántica, perdida entre un buen comienzo y un aceptable final entreabierto.

2 comentarios:

Manuel Marcos dijo...

Veo que eres un buen amante del cine, y si tiene finales entreabiertos más...me ha gustado la critica Miguel Ángel, uno de cine entiende lo justo pero me ha sorprendido Bradbury al que desconocía, Wajda, al que lo traía en la memoria un tanto olvidado ya, y al genial Tarkovski del que tengo un poster en mi cuarto jugando al badminton( ya se me fue la pinza). Me ha cautivado ese giro posible que no encontraste en la película hacia la cibertecnología y la psicología profunda. La primera microfábula de estas que traigo y llevo es, curiosamente, una historieta de una señorita a a que se le queda adosado al cuerpo un mp3 como una parte más de su organismo. aquí te dejo el link:
http://al-juarismi.blogspot.com.es/2012/02/microfabulas.html
Salud

M. A. Velasco León dijo...

El cine siempre me ha gustado, desde pequeño, cuando acudía al cine parroquial de mi pueblo los domingos. Pero no soy cinéfilo si ello se refiere a seguir los estrenos y las revistas de crítica cinematográfica. Soy aficcionado nada más.
Has mencionado alguno de los nombres mayores, como es Tarkovski. Me alegra que coincidamos en el placer de su cine.
Gracias por remitirme a tu microfábula. Ya te he escrito algo sobre ella.