Tengo
tantas películas pendientes de ver que no siempre acierto. Anoche me
decidí por una de ellas, Eternal
Sunshine of the Spotless Mind
(Eterno
resplandor de una mente sin recuerdos),
Olvídate de mi,
la titularon en España. Me habían hablado de su carga filosófica y
de la original historia de amor que narra.
La idea
que articula el guión es buena y puede dar mucho de sí,
el viejo tema de la memoria. Los recuerdos conforman y condicionan
las relaciones humanas, en la película el amor entre una pareja. Si
tales recuerdos desaparecen, la relación pierde su base y sus
miembros devienen desconocidos. Sin embargo, y aquí está la
aportación original, tomar conciencia de la desaparición de los
recuerdos, otorga una fuerza sorprendente a los que todavía
permanecen. Hasta el punto de luchar por evitar su borrado, generando
bucles en la propia mente para esconder el recuerdo de lo vivido.
El
inicio es prometedor, una historia de amor truncada cuando uno de los
miembros de la pareja acude a la clínica de un doctor que borra de
tu mente los recuerdos relacionados con lo que quieras olvidar. Pero
en el desarrollo, la reconstrucción de la historia de amor entre los
protagonistas, la película se pierde. Abusa continuamente de la
analepsis (esas secuencias retrospectivas incrustadas
en las del presente) y lo hace tratando de imitar la maestría de
Lynch. Nos guste o no, pero Lynch sabe hacerlo; el resultado de
olvídate de mí, en cambio, resulta monótono, carente de
originalidad y soporífero. La historia de amor narrada no me
interesa lo más mínimo, se reduce a una tortuosa relación, sin
mucha verosimilitud, entre una histérica ciclotímica e inmadura y
un simplón miedoso, con tendencias infantiles.
El guión
de Charlie Kaufman no logra el nivel de su estupendo Cómo ser
John Malkovich.
Los
protagonistas son Kate Winslet, que realiza una buena interpretación
y Jim Carrey, incapaz de estar a la altura.
La
identidad personal, la que nos otorga toda relación con un prójimo,
sustentada en la memoria y la posibilidad de mantenerla o eliminarla,
es decir, de reconstruir nuestra propia identidad. Desde la acción
externa (los técnicos que borran el recuerdo) y desde la interna (la
respuesta del sujeto al tomar conciencia de la supresión), pueden
dar juego a una sugerente mezcla de cibertecnología y psicología
profunda, Philip K. Dick y Sigmund Freud.
Temas apasionantes que la película deja escapar y los reduce a una
tragicomedia romántica, perdida entre un buen comienzo y un
aceptable final entreabierto.
2 comentarios:
Veo que eres un buen amante del cine, y si tiene finales entreabiertos más...me ha gustado la critica Miguel Ángel, uno de cine entiende lo justo pero me ha sorprendido Bradbury al que desconocía, Wajda, al que lo traía en la memoria un tanto olvidado ya, y al genial Tarkovski del que tengo un poster en mi cuarto jugando al badminton( ya se me fue la pinza). Me ha cautivado ese giro posible que no encontraste en la película hacia la cibertecnología y la psicología profunda. La primera microfábula de estas que traigo y llevo es, curiosamente, una historieta de una señorita a a que se le queda adosado al cuerpo un mp3 como una parte más de su organismo. aquí te dejo el link:
http://al-juarismi.blogspot.com.es/2012/02/microfabulas.html
Salud
El cine siempre me ha gustado, desde pequeño, cuando acudía al cine parroquial de mi pueblo los domingos. Pero no soy cinéfilo si ello se refiere a seguir los estrenos y las revistas de crítica cinematográfica. Soy aficcionado nada más.
Has mencionado alguno de los nombres mayores, como es Tarkovski. Me alegra que coincidamos en el placer de su cine.
Gracias por remitirme a tu microfábula. Ya te he escrito algo sobre ella.
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