El
vuelo de la cometa quiere liberarse de la mano que
tira de ella, impide su vuelo libre y la mantiene atada; de la cuerda
que siempre exige su regreso.
Mas
esta primera imagen nos engaña por completo, pues el viento, por sí
mismo, la elevaría para estrellarla con fuerza contra el suelo,
nunca para mantenerla arriba. La cuerda, lejos de estorbar el vuelo,
lo hace posible. Es la tensión quien permite volar, y la unión con
el suelo, a través de la cuerda, la hace elevarse hasta el cielo.
Somos
cometa apresada por aquello que la libera. Por eso nuestro vuelo
nunca será pleno y encontrará un final. La tensión necesaria lo
lastra irremisiblemente, como el aire frena el avance del pájaro, a
la par que lo sostiene.
Jankélévitch
se sirve de una idea de Bergson, el órgano obstáculo, para
explicarnos esta relación: lo que hace posible, justamente por hacer
posible y en la medida en que hace posible, es decir, por ser el
órgano, es simultáneamente el obstáculo. Toda realización demanda
ser estorbada para tener lugar, desgastarse en su proceso mismo. Todo
lo que permite impide, al mismo tiempo; no hay órgano sin ser a la
par obstáculo.
Sin
cuerda no hay vuelo, sin tierra no es posible habitar el aire, sin
conexión no hay separación posible.
3 comentarios:
Una entrada ejemplar, por sabia. Heráclito habla de la tensión de opuestos como condición del ser; Aristóteles, del término medio como condición de la felicidad; Jünger, de la pasión fría como condición del conocimiento; y ahora, uno de los nuestros, Josep Maria Esquirol, de la juntura como condición de la vida humana... Ese momento de tensión, que tan bellamente ilustras con la cometa, es la vida misma, sujeta a fuerzas disgregadoras, que la amenazan con hacerla regresar a la tierra; pero, al mismo tiempo, poseída por un anhelo de volar alto, hasta "habitar el cielo"... Muchas gracias por tu entrada.
Gracias a ti por tu comentario. Ya me has hablado de Esquirol en otras ocasiones, voy a tener que leerlo sin falta.
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