16 de enero de 2013

Abucheos


No debemos justificar la interrupción de un acto público cultural mediante voces y abucheos. Nos parece una acción poco elegante, carente de civismo, falta de respeto hacia el público y el conferenciante. Es, además, una acción mal calculada, puesto que convierte en noticia estrella, al menos durante un par de días, lo que no era sino un aburrido acto de autobombo, orquestado por un grupo mediático afín al gobierno.
Habría, no obstante, que ahondar y preguntarse porqué un grupo de ciudadanos recurre a esta protesta.
Tal vez el modo de proceder de nuestros políticos, y en concreto de nuestro gobierno, lo esté fomentando al actuar con intolerancia, demagogia y a veces brutalidad, ante las manifestaciones pacíficas. Al hacer gala de prepotencia y total indisposición al diálogo. Al hacer retroceder los medios de comunicación públicos al control del gobierno de turno. En suma, un proceder poco ejemplarizante para una joven democracia.
Tal vez el enfado ciudadano sea muy grande, la presión que soporta excesiva, el ejemplo que recibe negativo y, en consecuencia, la respuesta sobrepase lo que se realizaría en otras condiciones.
Habría también que preguntarse qué mueve a quien cobra como Ministro de Educación a calificar de fascismo unos abucheos, un boicot incívico pero verbal y pacífico.
Tal vez por la presión o por la frustración al no poder transmitir lo que debe ser un mensaje necesario. Tal vez empiece a no valer como cargo público, porque hace poco declaró que: “Si uno no es capaz de acostumbrarse a las protestas, no vale para un cargo público” Tal vez tenga ya negociaciones con alguna empresa, siguiendo Esperanzador ejemplo.
Él tampoco ha sido capaz de actuar como su condición exige, y su responsabilidad es mayor que la del ciudadano de a pie, no lo pasemos por alto, dada su posición, la confianza otorgada por ser cargo electo y la obligación ejemplarizante que ello implica.
No pretendemos justificar conductas, sino acercarnos tanto a su comprensión como a su explicación.

2 comentarios:

Manuel Marcos dijo...

España es una sociedad instalada en una democracia de diseño, querido Miguel Ángel, no ha aprendido todavía a ponerse en duda. Mucho miedo y poca vergüenza, tanto en los políticos como en la gente, y sobre todo, y aquí está el problema desde mi punto de vista, poca tolerencia a la discusión amena y cargada de razones y argumentos. Fundamentales estas reflexiones, siempre, amigo.
un abrazo

M. A. Velasco León dijo...

No tengo claro, Manuel, que lleguemos a democracia de diseño. Estamos aún en el postfranquismo, y muchas maneras de nuestros políticos, especialmente los más conservadores pero no sólo, calcan las de los políticos de la dictadura.
Un abrazo y salud.