Uno puede encontrar en la vida dos
clases de arrepentimiento, el lamento por lo hecho y el dolor por lo
no hecho. La mirada obsesiva hacia la mala acción como hacia la
omisión, las emparenta por lo que tienen de fijación inútil, de
petrificación del tiempo. Lo más fácil es recordar lo mal hecho y
lo no hecho recociéndonos en nuestro propio jugo. Lo irreversible es
una cualidad esencial del discurrir temporal, nos recordó
Jankélévitch, pero también lo es la futurición. Por ello, lo más
sabio es encarar las nuevas realidades por venir, convertir la
nostalgia de las posibilidades desaparecidas en una nostalgia hacia
adelante, es decir, en esperanza, en proyecto. Hoy más que nunca -parecemos presas del fatalismo- necesitamos este motor.
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2 comentarios:
Magistral, Miguel Ángel, y no añado nada más porque no hace falta ninguna. Muchas gracias por esta reflexión.
Un abrazo
Gracias a ti, maestro de nuestra lengua, por tus palabras.
Un abrazo
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