Ruletas y montañas rusas, Eurovegas y
Barcelona World, tienen un común denominador: gana la casa.
Estamos viviendo las consecuencias de
un empleo basado en el ladrillo, en la especulación, y se nos
propone más de lo mismo. Porque la mayoría de esos empleos
prometidos durarán lo que dure la construcción de la burbuja y
luego las pérdidas se repartirán entre los de siempre. ¿Qué otra
cosa ha sucedido con el parque Warner, Terra Mítica, Isla Mágica y
tantos otros? Creados con dinero público, vendidos a precio de
saldo, al borde de la quiebra y con continuos despidos de
trabajadores.
Más allá del mareo de las atrcciones y el deslumbramiento de las mesas de juego, no perdamos de vista la cuestión de fondo, porque es la que genera estas actuaciones políticas:
una total falta de visión, una ausencia de futuro, de proyecto.
¿Qué país queremos, cual es nuestra
meta como ciudadanos de España y como parte de Europa? No hay visión
política en nuestros políticos, salvo que la entendamos como un más
de lo mismo, como un pícaro medio de vida. El pícaro necesita de la
honradez del otro a quien engaña, de quien se aprovecha y, además,
se burla. Por eso no se preocupan del partido rival sino
secundariamente, están en el mismo tajo. Su preocupación urgente es
acallar y descalificar por todos los medios, las voces críticas, las
alternativas que tienen algún proyecto de futuro. ¿Qué sucedería
si lograsen contagiar a la mayor parte de la ciudadanía?
Sin pretenderlo, su mismo afán por
evitar el contagio propicia una falta de identificación social. Caemos en el
particularismo; nadie se siente parte del comun conjunto que es la sociedad a la cual pertenecemos (van para cien años cuando Ortega ya se quejaba de esto mismo).
Además, la actuación del gobernante, puesto que nos representa, es inevitable modelo, luego fomenta la
picaresca entre sus representados. Así, crece el fraude con el iva y demás impuestos, la
economía sumergida y el chanchulleo a pequeña escala. La que está al alcance de cada ciudadano que hace lo que sus gobernantes hacen, no lo que dicen.
Consecuencias de este panorama son la desmoralización general y el
sálvese quien pueda, que conducen hacia el completo deterioro de un
tejido social sano, y de la sociedad misma. Porque esta no se compone
de grupos aislados, donde unos tratan de parasitar al resto, sino que
es un todo unitario, donde cada parte ha de llevar a cabo su función
para posibiltar la vida del conjunto. Si la sociedad naufraga, todos nos ahogamos, da igual la categoría de nuestro pasaje.
3 comentarios:
Y qué más decir, es la verdad, las sociedades democráticas se ciemntan en el principio de solidaridad y mutuo beneficio. Qué tienes muchísima razón Miguel Ángel, nada más, y esto se va a pique ya, cuando se hunda completamente verás entonces todo el mundo abriendo ventanas: mientras tanto seguiremos ensayando esta ceguera.
Un abrazo
Excelente diagnóstico de nuestro tiempo. Creo, Miguel Ángel, que das en el clavo: la crisis de deseos y de un proyecto común. Saludos
Gracias Manuel, gracias David.
Lo malo del asunto es que vemos el abismo pero seguimos avanzando hacia él. No sé, esta sociedad nuestra está como los compañeros de Ulises en la isla de los lotófagos, pero sin la felicidad que esa planta ofrecía. Somos presos de una suerte de hedonismo dentro del fatalismo.
¡Busquemos, compañeros, busquemos la salida!
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