Tal vez se trate de la tercera pena,
aunque, más me temo, sea la tercera puerta.
Tantas son las penas ¡y tan
necesarias!
Cantaba Machado la copla popular:
“En el corazón tenía
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
la espina de una pasión;
logré arrancármela un día:
ya no siento el
corazón”.
Puertas que se han de transitar para
estar vivos, especialmente en este mes donde, a la traicionera sombra
de las Olimpiadas y la confianza vacacional, sabe Dios la celada que nuestros próceres nos
están preparando.
Las penas nos dejan siempre de cara a la pared,
como cantaba la malograda Lhasa de Sela:
2 comentarios:
Si se arranca uno el dolor ¿dónde pondrá el sentimiento desprovisto del peso trágico que le daba asiento y contrapeso?
Chavela Vargas enfrentaba las penas de frente, con una amarga sonrisa, en cuanto a los próceres, en el pecado llevan la penitencia, en el ajedrez de la vida hay lances críticos que conviene afrontar con magnanimidad y prudencia, me temo que son conceptos alejados de las élites dirigentes hoy en día.
Un abrazo.
Salud
De razón vas cargado, amigo Manuel. Me encuentro en un semi-retiro rural donde el acceso a las redes del mundo virtual es complejo y fatigoso.
Un abrazo caluroso.
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